Dolores Vázquez padeció ayer una crisis nerviosa cuando su abogado, Pedro Apalategui, la llamó por teléfono para darle la noticia: Tony King, el británico de 38 años detenido por el asesinato de la joven Sonia Carabantes, acababa de confesar la autoría de la muerte de Rocío Wanninkhof. Se abrazó a la fotografía de Rocío y estalló en un llanto incontrolable. Dolores Vázquez estrechó la instantánea contra su pecho, la imagen de la joven que la colmó de alegría mientras la criaba y que la hundió en la más profunda de las miserias cuando, tras ser hallada muerta con 19 años, la culparon de su asesinato.

Llegaba así la prueba esperada durante cuatro años, que avala unos gritos de inocencia en los que nadie creyó. Refugiada en su chalet de La Cala de Mijas, ayer pidió hasta la saciedad estar sola.

ACCIONES LEGALES

Con toda la cautela, su letrado aseguró ayer que recomendará a su clienta que emprenda acciones judiciales para poder resarcirse del daño causado si se demuestra su inocencia. La mujer ha pasado 17 meses en prisión.

El cadáver de Rocío Wanninkhof apareció, en noviembre de 1999, en un descampado de Marbella. Ocho puñaladas evidenciaban su violenta muerte.

Dolores Vázquez, antigua compañera sentimental de la madre de Rocío, Alicia Hornos, durante 10 años, fue detenida en octubre del 2000, acusada del asesinato. Tras 14 horas de declaración, ingresó en prisión preventiva.

En septiembre del 2001, un tribunal popular consideró, al emitir el veredicto, que era culpable. La Audiencia Provincial de Málaga le impuso una pena de 15 años de prisión. Todavía le quedaban cinco meses más hasta que, en febrero del 2002, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía anulara la condena por falta de motivación del veredicto dictado por el jurado popular. El nuevo juicio queda aplazado cuando una prueba de ADN vinculó los casos Wanninkhof y Carabantes. Un juicio que, probablemente, no vuelva a celebrarse.