Pasear por los patios de Córdoba un día entre semana es un placer. Adentrarse en casas particulares y conocer los entresijos de cada edificio y a las familias que las habitan suponen una experiencia única que solo es posible durante dos semanas al año. Después de meses de restricciones de movilidad, los cordobeses se han lanzado este año a la calle masivamente para disfrutar del concurso, que tiene zonas poco exploradas que conviene redescubrir.

Las fronteras entre las distintas rutas no existen, así que según la orientación que tome cada uno, puede empezar por la ruta de San Lorenzo y acabar en la de San Pedro, a golpe de patio, sin preverlo demasiado. Si se desea una visita pausada en la que tenga cabida la charla con los propietarios y no haga falta esperar cola para entrar, las mejores opciones son las rutas de Realejo-San Andrés y Santiago-San Pedro, que según los datos aportados por el Ayuntamiento de Córdoba, son las menos visitadas.

La casa de la calle Pedro Verdugo 8 fue el menos transitado en el día de ayer, con 114 visitas frente a las casi mil del que más. Se trata de una casa particular que fue una casa de vecinos el siglo pasado en la que habitaron hasta siete familias. Su propietaria actual, Mª Ángeles Flores, lleva diez años participando en el concurso con un patio que incluye unas 20 variedades florales entre begonias, corona de cristo, clavellinas, petunias o claveles. "Esta zona es una de las grandes desconocidas", explica un familiar de Mª Ángeles que la sustituye en el patio, coronado por un pozo de origen árabe recuperado.

Benito Raya, cuidador de Gutiérrez de los Ríos 33, conversa con un amigo en su patio. A. J. GONZÁLEZ

Callejeando por la zona, a poca distancia, el paseante se encuentra con otra casa particular sobre un solar que antaño fue también casa de vecinos, en Gutiérrez de los Ríos 33. Según relata Benito Raya, su propietario y amo del patio, en los años 70, el Ayuntamiento decidió que iba a remodelar la zona y expropió la vivienda que había entonces, que quedó abandonada muchos años hasta que en los 90 se descartó aquel proyecto. "Se la ofrecieron de nuevo a los herederos de la familia, pero no la querían y nosotros compramos el solar, de unos 180 metros". Allí edificaron su hogar, con un patio presidido ahora por un limonero y varios naranjos. "El reto al que nos enfrentamos era camuflar las elevadas medianeras que había alrededor y lo hicimos incorporando árboles", recuerda. Si se fijan, encontrarán una puerta cerrada con el número 39 en un lateral del patio. "Es una puerta antigua sobre la pared que quiere ser un guiño al concepto de casa de vecinos antiguo y el número, el que en su día tuvo aquella casa, antes de que la división de la parcela original la renombrara como 33.

Para conocer una casa de vecinos propiamente dicha en esta zona, hay que dirigirse a Diego Méndez 11, que ayer visitaron solo 200 personas. Propiedad de la empresa municipal de vivienda, es un ejemplo de rehabilitación exitoso que ha permitido conservar una casa con su estructura original y vivir de alquiler a varias familias. Rosario Ojeda es la que se encarga de cuidar el patio, pero este miércoles por la mañana su hija de 14 años, Alicia, es la que está al frente. "Aquí vivían antiguamente diez vecinos, había diez casas o habitaciones y en cada una, una familia", comenta, "ahora somos nueve". Según cuenta, le gusta vivir en este espacio "porque es muy tranquilo, no me importaría vivir en una casa así cuando sea mayor".

Diego Méndez 11 es una casa de vecinos rehabilitada por Vimcorsa situada en la zona de San Andrés-Realejo. A. J. GONZÁLEZ

A poca distancia se encuentra otra casa particular de vecinos, en Isabel II. Según Julia, una de las cuidadoras, "en los años treinta vivían en ella muchas familias porque era una casa muy grande que llegaba hasta la plaza de Regina. Luego se reformó y ahora bajo el mismo techo hay tres núcleos familiares. Participa en el concurso desde hace 18 años y destaca por la cantidad de elementos singulares que atesora: tres capiteles de origen romano, islámico y califal o un pozo en torno al cual se puede disfrutar de la contemplación de especies florales como gitanillas, jazmines, begonias, ejemplares de costilla de Adán, hortensias o helechos.

Si el viandante tiene tiempo aún para uno más, no debería perderse la casa de la arquitecta Cristina Bendala, en la plaza de las Tazas 11, a la vuelta de la esquina del patio anterior. De dimensiones descomunales en comparación con otros patios, adentrarse por el suyo supone sumergirse en una especie de jardín botánico donde es posible contemplar una amalgama de planta verde y florar impresionante. Cristina y su marido adquirieron esta casa en los 70, cuando llegaron de Sevilla. "Anteriormente, había sido una casa de vecinos con más de 20 infraviviendas de la época", recuerda, "contaba con dos zonas diferenciadas que compartían el patio y algunas dependencias comunes". Según la propietaria, que se enamoró de Córdoba cuando llegó, "nuestro objetivo era conservar la planta y el concepto original de la casa típica del casco histórico". Y así lo hicieron. "Todos los árboles que hay plantados tienen 38 años, que son los que llevamos aquí". En la flora visible, se mezclan imponentes moreras injertadas sobre los pies de un olmo, en algún lugar de la casa hay parras, en homenaje a esta planta que solía poblar las casas de vecinos, como resguardo contra el calor, hay una buganvilla descomunal y un rosal amarillo que cuando florece es la envidia del barrio. Pese a sus dimensiones, solo 256 personas pasaron por este patio el martes. Cierto es que no está en un lugar de paso, pero no es menos cierto que llegar hasta él es una aventura que merece la pena experimentar.