Opinión | Cielo abierto
La vida secreta de Paul Auster
Si has leído de verdad a Paul Auster, ya sabes que no puede morir nunca
Ando todavía sacudido por la vida secreta de Paul Auster. Más concretamente, por la vida secreta de Paul Auster desde el 30 de abril de 2024. Hemos asistido al desenlace público de la enfermedad, pero estoy convencido de que en un apartamento, seguramente un semisótano perdido de Brooklyn, otro hombre que también se llama Paul Auster sigue descifrando mundos invisibles. Hace muchos años, cuando yo vivía en una ciudad que me sigue pareciendo muy literaria, Bruselas, escribí: en un lugar del mundo, un hombre escribe. Imaginaba entonces un cubículo, cualquier habitación bajo ese cielo gris y eterno de grafito. Hoy, en algún lugar de Brooklyn, un hombre que también responde al nombre legendario de Paul Auster continúa escribiendo su melodía invisible; pero no porque esté esquivando a la muerte, que sería un recurso sobre todo coplero, sino inventando la vida.
Como muchos escritores en el cambio de siglo, he leído a Paul Auster desde que empecé a tomar conciencia del incendio interior que se quiere contar. Recuerdo mis veinte años viviendo todavía en Córdoba, con los libros de Auster llevados no exactamente con reverencia, sino con una especie de inquietud, dentro de una carpeta ya de por sí henchida de unos cuantos bosquejos de novelas, cuentos, proyectos inconclusos, ese lento mosaico decidido y en ruta que es toda escritura primeriza y que se pone en pie con anarquía, pero también con fuego de San Telmo, cuando sabes que todo lo que quieres es contar una historia y que alguien la lea. Entonces, y esto lo he hablado con varios compañeros de generación, lo que sentías en de los libros de Paul Auster es que te estaba hablando precisamente a ti, que todos éramos Fanshawe dentro de una habitación escribiendo el enigma de vivir, sin que alguien llegara para rescatarnos de una oscuridad organizada, en la ambición caníbal de una pulsión que nos devoraría. Queríamos estar en ese centro, en esa Trilogía de Nueva York que ha sido, fundamentalmente, una trilogía para los escritores que empezamos a hablar, en las columnas de entonces, de fantasmas y ciudades invisibles, porque había una vida que se había inaugurado antes que la vida y anunciaba el misterio.
Me caían bien Paul Auster y su mundo rasgado con música de azar, solía imaginar su juventud solitaria de marino mercante y trabajando de negro literario después de recorrer el sur de Francia. Aunque si has leído de verdad a Paul Auster, ya sabes que no puede morir nunca. Exactamente igual que Lorca o Leonard Cohen, Paul Auster no está hecho para morir, porque no todo el mundo ha vivido dos veces. Pero él nos avisaba: quizá desde el primero de sus libros ya nos estaba hablando de su vida secreta.
^Escritor
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