Opinión | Sin fronteras

La feria de abril en Mairena del Alcor

Juan II otorgó a Ponce de León un privilegio para que, por san Marcos, se celebrara una feria en la villa

La población sevillana de Mairena del Alcor cuenta con algo más de 24.000 habitantes. Su término municipal linda con los de El Viso y Alcalá de Guadaira, conformando junto a ellos una comarca conocida como «Los Alcores», caracterizada por una morfoestructura muy similar a la de los «cerros testigo», que en este caso se prolonga desde Gandul hasta las cercanías de Carmona. Discurre por sus tierras el arroyo Salado con sus afluentes, los cuales acaban vertiendo sus aguas al río Guadaira. Su estructura agraria, en transformación, se centra en los frutales, cereales y olivar. Su economía se complementa con la artesanía y diversas industrias insertas en el núcleo urbano. La historia de esta población se remonta a la época pre-romana. Tras el asentamiento musulmán, se incorporó a la Corona de Castilla con su conquista en 1247 por el Rey Santo, siendo donada un siglo más tarde, en 1342, al duque de Osuna, quien construye allí un palacio y la dota de escudo. Durante esas centurias la localidad disfrutó de un gran dinamismo económico, llegando a contar con cuatro molinos a los que no faltaba actividad durante todos los meses del año. Algunos continuaron funcionando hasta entrado el ochocientos, junto a otras industrias dedicadas al pan y al aceite.

Como consecuencia de aquella pujanza económica, reflejada en el auge del mercado ganadero, Juan II otorgó a Pedro Ponce de León hace más de cinco siglos un privilegio para que, por la festividad de san Marcos, se celebrara una feria en la villa. Eran estas las fechas en las que de forma oficial daba comienzo el pastoreo, momento en el que los guías pagaban a los agricultores los derechos por el uso de rastrojeras, prados y demás terrenos comunales donde pastaba el ganado. Esta feria primitiva, probablemente la más antigua de la Baja Andalucía (según Pérez Bueno), sirvió de modelo a la que en 1847 se estableció en Sevilla. Hay quien apunta que era tal el brillo adquirido por esta celebración que la propia reina Isabel II señalaría en un decreto que «villa tan pequeña no merecía albergar una gran feria». La feria de abril contribuyó de este modo a dar a conocer el nombre de Mairena del Alcor por toda la región. A ella acudían tratantes de ganado de todo el país. Sin duda, junto a las que tenían lugar en Carmona o Santiponce, fue una de las más importantes de la provincia, convirtiéndose en motor activo de la economía local.

Cuando Nicolás Bonaplata y José María de Ybarra firmaron una proposición presentada al Cabildo Municipal Hispalense para establecer, entre los días 19 y 31 de abril, una feria en Sevilla, la de Mairena comenzó a perder parte de su pujanza, la cual no era poca si nos atenemos al número de forasteros que acudían a ella. Era esta la época en la que la imagen exótica de las gentes de estas tierras ejerció un fuerte atractivo entre los viajeros románticos que visitaban la región, los cuales dejaron traslucir en sus escritos una imagen mítica de tales personajes, a mitad de camino entre la leyenda y la realidad. Conforme a ella, las mujeres iban ataviadas siempre con trajes románticos, así como los majos y las majas. De esta guisa fueron representados también por los pintores costumbristas que acudían a la feria para deambular entre esas tiendas plantadas en ella, de formas y colores tan diversos, y que el tiempo llegó a convertir en tradicionales. Esta imagen fue reflejada por Estébanez Calderón en sus ‘Escenas Andaluzas’, así como por otros escritores de la centuria que plasmaron en sus escritos magníficas descripciones de la feria de Mairena del Alcor, tal y como se recoge en la obra de Washington Irving, quien dijo de ella que parecía «un campamento árabe o morisco después de una correría...». Con la mecanización del agro esta feria comenzó a perder su carácter ganadero para convertirse en fiesta de la villa. Posteriormente evolucionó hacia el concepto de feria de diversión, tomando como modelo a la de Sevilla, incluidos los tópicos que ella arrastra.

Hoy en día coexisten en el Real más de medio centenar de casetas. Una profusa iluminación convierte la portada y el recinto en un ascua de luz. Hay exhibiciones de caballistas, concursos, actividades culturales y atracciones variadas, que organiza y financia el Ayuntamiento. La feria se transforma en una prolongación de la casa, mostrando así la forma de ser de aquellas gentes de Los Alcores. Como fenómeno expresivo y simbólico, se configura como un lenguaje que ritualiza la estructura social. Se profundiza en ella en la vida comunitaria y en aquellos aspectos que diferencian esta villa de otras comunidades. Una forma, en fin, de expresar la identidad de unas gentes que durante el mes de abril muestran sus muchas ganas de vivir, lo que aumenta el potencial turístico y productivo de una comunidad que refleja con nitidez el prestigio adquirido por su feria con el paso de los siglos.

*Catedrático

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