Opinión | Guadalquivir
La Palabra
Al principio la palabra fue información anulada por el parte
Ahora que la radio cumple cien años de su brillante historia en la comunicación, he recordado que el primer informativo emitido por Unión Radio se llamó ‘La Palabra’. Una concepción de la redacción informativa mucho más que una recopilación de noticias, más bien, un intento sublime de entender la información con el poder de la palabra. Sinceramente, un ejercicio de proclamar el diálogo sereno frente al griterío, la tolerancia frente al matonismo, el intento de una verdad equilibrada y objetiva ante bulos y textos manipulados. ‘La Palabra’ comenzó a emitirse en 1930 y evidentemente se acabó a golpe de fusiles en 1939. Ese año se impuso el ‘Parte’, como su nombre indica, información de guerra. Como pueden comprobar, los que no creyeron en la democracia cambiaron la palabra por el parte.
Años más tarde, viví una experiencia profesional embargada de emoción. En la Universidad de Alcalá de Henares, en el patio Trilingüe junto al paraninfo donde cada año se entrega el premio Cervantes, inauguramos el estudio de radio La Palabra. No solo era un homenaje a aquel primer informativo sino una apuesta decidida por la comunicación plural, libre y cultural en el corazón de la universidad junto a cientos de estudiantes de todo el mundo. Con aquellos universitarios grabamos el primer capítulo de ‘El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha’ en decenas de idiomas. Debo reconocer que aquellas iniciativas radiofónicas y académicas contaron con la inestimable ayuda del rector Virgilio Zapatero.
Hoy es necesario reivindicar el empleo de la palabra en todas sus direcciones. Su primera acepción como unidad lingüística, que nos permite el entendimiento y la comunicación. En esta sociedad de las redes sociales y nuevos códigos fonéticos y gráficos, la palabra conocida, bien usada e intercalada en el diálogo nos enriquece. Por otro lado, la palabra como gesto de confianza nos eleva a la categoría de personas educadas y responsables: palabra de honor..., tu palabra..., Señor no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme... Qué fuerza tan poderosa y humilde, el empleo amoroso de la palabra. Y por último, el ejercicio de situarnos en el lugar del prójimo, cumplir lo que decimos de palabra y obra. Que la teoría se corresponda con la praxis, que seamos sujetos responsables de nuestras palabras.
Apelo a que estemos atentos al fango mediático y político pervertido por falacias. Palabras huecas y vacías, palabras perversas de un capitalismo salvaje, de un ‘totum revolutum’ para confundir libertad con lo cotidiano; palabras recortadas para anular lo público, universal y gratuito por palabras manchadas de ambiciones. La palabra más tuya, más nuestra.
*Doctor en Historia
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