Opinión | Tribuna abierta

Vida y música

Cuando analizamos una carrera musical con los años, se asemeja bastante a los anillos de un árbol

Hace poco, leía Diario CÓRDOBA en un café al que acudo habitualmente en Lausanne (Suiza), donde estaré un par de meses para cantar una ópera de Mozart.

Una de mis costumbres desde hace años es leer la prensa cordobesa para sentirme cercano a mi ciudad por mucho tiempo y kilómetros que nos separen; me encontré con una estupenda reflexión de Casiana Muñoz (astrónoma) sobre el poder de los directores de orquesta, en películas que están llenando últimamente las carteleras; me refiero a ‘Tár’ y a ‘Maestro’.

Ya tuve hace años alguna charla con Casiana en el restaurante El Churrasco sobre música, lied y el tenor Ian Bostridge, cuando formábamos parte de aquel desaparecido Foro Único de la Universidad de Córdoba.

Conozco pocas personas con un conocimiento y entusiasmo musical parecido, no siendo músico profesional.

La cuestión que planteaba Casiana es algo sobre lo que vengo pensando/reflexionando hace muchos años: ¿podemos separar al artista de su vida personal? ¿influye lo que ocurre en nuestra vida personal en nuestra carrera musical?

Personalmente, aún no he llegado a una conclusión sobre el fondo de esta cuestión: pienso y hablo con otros músicos, directores de orquesta, cantantes, y la cuestión es compleja y tiene muchas aristas

Hace poco, vi un vídeo en YouTube sobre una famosa cantante de ópera (Elisabeth Connell); le habían detectado un cáncer incurable, y había decidido hacer un recital para despedirse de sus amigos y familia. Aquel vídeo era algo increíble: su fortaleza, sus lágrimas, y su vida estaba en su último canto.

En esos momentos, pienso que la vida y la música se mezclan hasta volverse uno. Cuando analizamos una carrera musical con la perspectiva de los años, creo que se asemeja bastante a los anillos de un árbol. Puedes ver perfectamente, conociendo su biografía, cómo todo encaja y tiene un sentido.

La música se convierte para nosotros en una forma de vida; es algo parecido a un sentimiento nuevo: las melodías, las tonalidades, nos ayudan a transitar por esta vida llena de viajes, agentes, contratos, cenas y luchas de egos, y también de familia y amigos verdaderos.

¿Alguien puede negar la emoción del último concierto de Rafael Orozco en Córdoba? O ¿ cómo Berlín cambió mi vida personal y musical?

La respuesta es que nuestra vida y la música va juntas. Son uno.

Otra cuestión son las peculiaridades de, por ejemplo, la película ‘Tár’, que mencioné antes, donde se plantean problemas de acoso, problemas burocráticos y luchas de poder, en el mundo de la música; realidad existente, ni mas ni menos como se da y se ha dado en otras facetas del arte como la pintura, la escultura o el propio cine.

Me gustaría decirte que esa realidad no existe en la música clásica, querida Casiana, pero te mentiría. Por eso me gusta mucho el silencio musical que impera en toda esa película, silencio que ha existido durante muchos años y ahora, afortunadamente, comienza a desaparecer.

Por desgracia, la música, como otros ámbitos, ha estado salpicada por todo esto. A veces no hay que viajar a Berlín, Viena o Nueva York, para encontrarse estos problemas, tan solo repasar, por ejemplo, la prensa de nuestra ciudad en los últimos meses.

Como decía Ingrid Bergman en la estupenda película ‘Sonata de Otoño’: «Solo a través de la música podía exteriorizar mis sentimientos».

*Tenor

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