Opinión | Foro romano

Cuando descubrimos Andalucía

El 4 de diciembre de 1977 se echaron a la calle miles de ciudadanos para demandar la autonomía del pueblo andaluz

En las Tendillas. Manifestación por la autonomía de Andalucía, el 4 de diciembre de 1977.

En las Tendillas. Manifestación por la autonomía de Andalucía, el 4 de diciembre de 1977. / RICARDO

La tragedia con forma  de fuego ha convertido a Valencia en un infierno televisado que se ha transmitido en la tarde-noche de España por todas las televisiones, las del corazón incluidas, y nos ha llenado el alma de la inseguridad que acecha al ser humano. Tristeza. Como la tristeza y la injusticia siguen envolviendo el templo de Jerusalén, la belleza oriental de la Plaza Roja de Moscú y el monasterio de las Cuevas de Kiev. Quizá por eso, por liberarnos del agobio de las malas noticias de la vida, nos sentamos en un velador de caracoles, que empezaron el viernes y estarán hasta final de junio, a tomar una tapa de estos moluscos envueltos en salsa tradicional cordobesa. Maneras de vivir.  Como la celebración del 50 aniversario de la Asociación de Amigos de los Patios Cordobeses, que en San Basilio 44 trasplantaron el corazón de la ciudad al que cuidan con la belleza de las flores y las noches andaluzas de luna llena. Aunque lo que verdaderamente nos enaltece por estas fechas es el día de Andalucía, la conquista oficial del espacio en que vivimos, nuestra región, del que antes, cuando  la dictadura y cuando íbamos a la escuela, no sabíamos que existía. Cuando todavía Carlos Cano no nos había descubierto la bandera blanca y verde. 

El 4 de diciembre de 1977 se echaron a la calle, en las ocho provincias andaluzas y en Madrid, donde yo estaba estudiando, miles de ciudadanos para demandar la autonomía del pueblo andaluz.  Luego vino Antonio Ramos, el auténtico periodista andaluz, al que leía en Triunfo y que en las aguas playeras del Mediterráneo describió aquella Andalucía que en esa zona sí era auténtica y universal. Y Carlos Cano, que nos contó la vida de María la Portuguesa y nos cantó La murga de los currelantes, donde criticó a los caciques y pidió la autonomía de Andalucía. Y este año el paisano de Los Pedroches, de Pozoblanco, Santiago Muñoz Machado,  que ahora es el director de la Real Academia Española y presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española, será distinguido como Hijo Predilecto de Andalucía, y la astrofísica cordobesa Casiana Muñoz, con una bandera andaluza.  Y luego nos cubrimos con la enseña de Andalucía, aprobada en la Asamblea de Ronda de 1918, y empezamos a lucir como nuestra propia piel sus tres franjas horizontales –verde, blanca y verde- con la naturalidad de quien exhibe lo suyo. 

Fue cuando comenzó todo, cuando nos desperezamos de la dictadura y nos despertamos con la democracia, cuando hacía poco que se había muerto Franco y en Madrid descubrimos que nuestra tierra, nuestra región, era la misma que la del pintor que dio a conocer Las meninas y del poeta del Romancero gitano, , Velázquez y García Lorca respectivamente.  Fue el tiempo de Plácido Fernández Viagas, presidente de la Junta preautonómica,  1978-1979, y de Rafael Escuredo, 1979-1984, que a partir de 1982 fue el primer presidente de la Junta de Andalucía. Empezaba una vida nueva  para nuestros pueblos. En el mío, Villaralto, fue Lito el que en el bar Español, ahora El paisa –desde donde mando este artículo- dio la voz que nos levantó con conciencia andaluza. “¿Por qué no hacemos una revista que cuente la vida del pueblo en la autonomía?” nos dijo mientras nos tomábamos una cerveza. Era 1979. Fue el 5 de mayo de aquel año, para la fiesta de la Divina Pastora, cuando salió el primer número de la revista, que se llamó El Jardal. Información villaraltera, ácrata y sin padrinos, escrita por los propios vecinos del pueblo y que seguiría haciendo ese periodismo utópico hasta agosto de 1988. La Diputación de Córdoba ha editado en un libro de 670  páginas las revistas de El Jardal en su original formato. Las que se escribieron en un tiempo en que descubrimos que Andalucía era nuestra tierra. 

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