Opinión | PASO A PASO

El campo clama

El campo español, ese tapiz de Ceres que ha nutrido a civilizaciones, hoy se retuerce bajo el yugo de un nuevo Minotauro: la Política Agraria Común (PAC). Las tractoradas, lejos de ser un mero acto de rebeldía, se erigen como el eco contemporáneo de la epopeya de los Gracos, quienes en la antigua Roma luchaban por la reforma agraria en nombre de los olvidados. Los agricultores, cual modernos Sísifos, enfrentan la pendiente de la burocracia y la sequía, no buscando el beneficio propio, sino la perpetuidad del legado de Deméter. La PAC, con su laberinto de normativas, se asemeja a la obra de Kafka, un castillo de puertas que conducen a más puertas, alejando cada vez más a los labriegos de su sustento. La Ley de la Cadena Alimentaria, aunque ideada como un puente sobre las aguas turbulentas de la injusticia, a menudo parece más un espejismo, un oasis que se desvanece al acercarse. La sequía, por otro lado, se manifiesta como el Aqueronte que Dante describiera, un río que separa la vida de la desesperación. Estas protestas no son solo el clamor por una subsistencia digna; son un grito por la justicia, por el derecho a continuar siendo los guardianes de la tierra que nos ha sido confiada. Es un llamado a recordar las palabras de Seneca: «No heredamos la tierra de nuestros ancestros, la tomamos prestada de nuestros hijos». La lucha del campo español es la lucha de todos aquellos comprometidos con la idea de un futuro donde la justicia y la sostenibilidad sean los pilares de nuestra relación con la tierra. En esta batalla, los agricultores y ganaderos no solo siembran semillas en la tierra, sino también en las conciencias, esperando cosechar un mañana donde la armonía con la naturaleza no sea una utopía, sino una realidad palpable.

** Mediador y coach

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