Opinión | la curiosa impertinente

Cuento de Navidad

Es importante escribir la carta y enviarla. Permitámonos pedir también sin límites materiales

Relata Mateo que, hace más de dos mil años, unos magos aficionados a contemplar el cielo e interpretarlos astros, descubrieron una nueva estrella y supieron con absoluta certeza que, si la seguían, encontrarían al mesías, rey de los cielos y salvador del mundo. Emprendieron incierto camino y llegaron a Judea, donde, ingenuos como todas las personas buenas, preguntaron al malvado rey Herodes por el niño. El tirano, ladino y mentiroso, les pidió a los sabios que, cuando descubrieran su paradero, no dejaran de comunicárselo para que él pudiera ir también a adorarlo. Llegaron los sabios al portal donde en un pesebre encontraron al recién nacido al que adoraban unos pastores y allí le ofrecieron los presentes que desde Oriente traían: oro como rey, incienso como Dios y mirra como hombre.

Gozosos pensaban volver al palacio del mal monarca, pero un ángel les advirtió de que Herodes solo buscaba al niño para matarlo, así que regresaron a sus hogares por otro camino. La sagrada familia, avisada también, tuvo que emprender la huida a Egipto, y así empezó en el mundo la difícil existencia de Jesús de Nazaret, nacido en humildad y el verdadero protagonista de estas fiestas, aunque eso se olvide entre santas Claus, Papá Noeles, elfos, renos y demás criaturas, hijas también de la tradición, pero no de las escrituras. Desde entonces, los cristianos rememoramos esa otra noche mágica después de la Nochebuena e intentamos llenar nuestros hogares de ilusión.

Los que tenemos la suerte de ser abuelos volvemos a vivir ahora los nervios, el anhelo y la alegría lejana de cuando fuimos niños, o la aún mejor felicidad, pues no hay nada más mágico que la risa de un pequeño, de cuando éramos padres jóvenes y esperábamos a reyes, camellos y pajes aún más nerviosos que ellos.

Es importante escribir la carta y enviarla. Por una noche, permitámonos pedir también sin límites materiales. Fin del sufrimiento, una eterna ráfaga de caridad contra el odio. Y la esperanza de que, pese a quienes gobiernan el mundo, hay un poder superior a ellos que vence el rencor y la mentira.

*Profesora

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