Opinión | EL CUERPO EN GUERRA

‘Bisontas’, dadle duro a la libertad creativa

Periódicamente determinados ‘señoros’ sienten una necesidad imperante por emprender un lloriqueo mediático pidiendo atención con su discurso ya cansino de «oh, las mujeres, cuánto daño estamos haciendo a la literatura con nuestras obras». Sí, claro, ¿quién se ha creído que es usted, señor Alberto Olmos, en la vida, en este país, en este mundo o en esta galaxia, para pensar que posee la verdad absoluta sobre quiénes tienen que ganar los premios y de qué tenemos que escribir las mujeres?

Otro Pérez-Reverte pidiendo ‘casito’, un nuevo discurso machista amparado por los medios convencionales más cañís como ‘El confidencial’, que buscan alboroto y gresca para ganar ‘clicks’, que es de lo que va la comunicación en estos tiempos. Que le da a usted mucho coraje que por sexto año consecutivo el Premio Tusquets lo haya ganado una mujer --pobrecitos los hombres que están perdiendo terreno editorial--, pues llame a uno de esos amigos que le aguantan, suéltele su diatriba y quédese a gusto, que, como comprenderá, usted no es nadie para sentar cátedra.

Es más, está echando piedras sobre su propio tejado con su discurso lastimero que, antes de meterse con los libros escritos por mujeres, falta el respeto a la necesidad del Día Internacional de la Niña. Vaya, con esto ya lo dice todo: usted no conoce la realidad que atraviesan las menores de este planeta, que se ven sometidas a todo tipo de violencias y son privadas de alimento, educación, sanidad y voluntad. Le invito a informarse sobre ello en la página de Naciones Unidad pero, claro, para hacerlo hay que tener interés en ello.

Mire, escribiremos sobre lo que nos dé la gana durante el tiempo que nos plazca, que para algo ya han contado los hombres con siglos y siglos para esgrimir sus verdades. ¿Que si no estamos hartas de nosotras mismas? Qué va, no vea lo felices que somos de contar con libertad al fin para escribir esas obras que a usted tanto le tocan la moral. Es más, cuánto nos alegramos de leernos unas a las otras y cómo festejamos el triunfo de cada nueva ‘bisonta’ que se suma a nosotras. ¿Cree que acaso nos va a restar un ápice de sororidad o nos va a hacer sentir inferiores literariamente con su diatriba? Ni mucho menos. Además, qué sabrá usted de lo que es ser mujer, tener la regla, ser madre, enfrentarse a un techo de cristal o todas esas cosas que nombra. De verdad, vergüenza ajena es poco para lo que da su texto. Queridas, como bien nos ha enseñado la sabiduría popular, «a palabras necias, oídos sordos».

 ** Escritora

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