Opinión | ESCENARIO

Lluvia

El parte meteorológico pronosticaba que llovería a partir de las cinco de la tarde, así que, confiada en esa certeza, poco antes de la hora, con el cielo ya un poco nublado, preparé el escenario: abrí de par en par las puertas de la terraza, recogí el toldo, arrastré la mesa y la silla hasta situarlas bajo la protectora cornisa, me senté apoyando los antebrazos en la mesa y, entrelazando las manos, esperé el espectáculo. Después de tanto tiempo, me ilusionaba ver de nuevo la espadaña de la iglesia y sus campanas tras la cortina de agua; y cómo resbalaba sobre las hojas de los árboles y sus troncos hasta dejar inundados los alcorques; y cómo se mojaban las aceras y se formaban alegres reguerillos; y cómo los niños -con más o menos disimulo- chapoteaban en los charcos..

Esperé. El nublado se hizo más intenso y comenzó a levantarse el aire. Las hojas del naranjito que me regalaron hace unos años, al que ya he cambiado de maceta varias veces hasta llegar a la actual, que es la máxima que admite mi espacio, temblaron ligeramente. Los platos que tengo colgados en la pared -los mismos que tenía mi abuela en su patio- se bambolearon produciendo su característico y reconocible sonido que, a modo de rudimentario anemómetro, intensifica su volumen a medida que aumenta la velocidad del viento. Una avanzadilla de gotitas minúsculas salpicó la barandilla, pero llover de verdad, siempre menos de lo esperado y necesario, no llovió hasta la madrugada.

Mientras esperaba, fui repasando mentalmente poemas sobre la lluvia. De García Lorca: «La lluvia tiene un vago secreto de ternura,... / Es un besar azul que recibe la tierra... / Es la aurora del fruto... / La que derrama vida sobre las sementeras / y en el alma tristeza de lo que no se sabe. / La nostalgia terrible de una vida perdida,/el fatal sentimiento de haber nacido tarde... ». De Borges: «Esta lluvia que ciega los cristales / alegrará en perdidos arrabales / las negras uvas de una parra en cierto / patio que ya no existe. La mojada / tarde me trae la voz, la voz deseada, / de mi padre que vuelve y que no ha / muerto...». De Neruda: «Llueve / sobre la arena, sobre el techo / el tema / de la lluvia: / las largas eles de la lluvia lenta / caen sobre las páginas / de mi amor sempiterno, / la sal de cada día: /...hoy quiero el espacio blanco, / el tiempo de papel para una rama / de rosal verde y de rosas doradas...». No seré yo quien añada ni una palabra a tanta belleza.

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