Opinión | EL DESLIZ

El desfile de Leonor

La madre de la Princesa de Asturias rapeando por la paz emocional mientras la hija coge su fusil

Leonor de Borbón con gesto circunspecto y caminando rígida en la festividad nacional, portando un uniforme militar. El lado bueno consiste en que nadie la juzgará este año por la ropa y el peinado que lleva, una cruz menos. Por otra parte, me cuesta infinito conectar con el tipo de reina que será esta persona, todavía menor de edad, impecable en su atuendo marcial. Se la espera en el trono en este siglo XXI aunque esté calcando estampas pretéritas de su padre y su abuelo. La monarquía mantiene símbolos y aderezos por mucho que cambie la sociedad.

No sabíamos gran cosa de la Princesa de Asturias que el día 31 cumple 18 años y jurará la Constitución después de haber jurado bandera. Siempre se ha protegido mucho la intimidad de la primogénita de Felipe VI y Letizia Ortiz, lo que conocemos de ella son detalles publicados en las revistas del corazón (le gustan las ciencias y la hípica, toca el violonchelo) o deducibles de sus apariciones públicas (no le hará falta pinganillo para entenderse en catalán, euskera y gallego con sus conciudadanos, es zurda y porta ‘brackets’ en los dientes). Se lleva muy bien con su hermana pequeña, va a conciertos y al cine.

En el besamanos del Pilar, otro de esos ceremoniales que merecerían una modernización a fondo, sonrió abiertamente por primera vez tras horas de solemnidad cuando un compañero cadete de la Academia de Zaragoza le dijo: «Qué guapa estás, Borbón». O eso dicen los expertos en cotilleos encriptados. Ha estudiado durante dos años el bachillerato internacional en un internado elitista, el UWC Atlantic College de Gales, y poco o nada ha trascendido de sus días allí, lejos de casa en la vida civil. Por el contrario, Zarzuela ha publicado docenas de imágenes de su mili. Un pequeño empacho de uniformes, himnos y banderas estos días para quienes no somos precisamente fans del estampado de camuflaje, y menos con dos guerras espantosas a tiro de piedra.

Quedan un par de años de heredera al trono formándose por tierra, mar y aire que a buen seguro nos proporcionarán otros completos álbumes de fotos de juvenil ardor guerrero. Sería deseable que después de atender a sus obligaciones castrenses por parte de padre, y de pasar por alguna universidad pública como él, la Princesa de Asturias se aproxime a otras realidades y tareas que también son España y para las que se puede fijar en el camino que lleva recorrido su progenitora.

Si la Reina sufre el síndrome del nido vacío con la marcha de sus dos hijas a estudiar fuera, no lo parece o por lo menos está aprovechando el tiempo mostrándose creativa y oxigenada en su implicación en asuntos que importan a la mayoría.

La semana pasada, por ejemplo, Letizia estuvo muy bien prestando el foco que siempre la acompaña a la necesidad de atender la salud mental. Empleando la gran baza que es su voz de periodista televisiva, y consciente del tirón que tiene todo lo que hace, recitó versos del rapero El Chojín sobre la angustia y la ansiedad: «Hago lo que puedo, llego a lo que llego y no es sano que me exija tanto. Duelen los enfados y las malas caras cuando fallo en algo. Pero duele más cuando no valoran que lo has intentado... ¡Y lo estoy intentando! Perdón si no alcanzo. Pero... ¿por qué han pensado que lo haría bien todo el rato?». Un alegato que ha dado la vuelta al mundo, la madre rapeando por la paz emocional mientras la hija coge su fusil.

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