Opinión | entre acordes y cadenas

En apoyo de Najat el Hachmi

La diversidad de opiniones, la heterogeneidad intelectual de los ciudadanos, genera riqueza

Lo han vuelto a hacer. Los colectivos y asociaciones poseedores de la verdad absoluta han atacado de nuevo. Esta vez, a la escritora Najat el Hachmi, elegida por el Ayuntamiento de Barcelona para intervenir como pregonera en las fiestas de la Mercè.

Al parecer, según ellos, esta literata, autora de sendas novelas, que ha sido galardonada, entre otros, con los prestigiosos premios Ramon Llull (2008) y Nadal (2021), no es la adecuada, de modo que el Consistorio debe replantearse su decisión y, tras ello, pronunciar el nombre de otra persona. A ser posible, alguien que, falto de criterio, obediente y sumiso, se postre ante los nuevos ídolos de barro y ante los nuevos dogmas laicos que los moralistas contemporáneos pretenden imponernos a todos.

Esto es, más o menos, lo que, de forma expresa, han solicitado el Observatorio contra la Homofobia, la Asociación de Personas Migrantes y Refugiadas Lgtbi+, la Unidad contra el Fascismo y Racismo y la Plataforma Trans Estatal, que, en un manifiesto conjunto, han expuesto su preocupación y rechazo por la citada elección. En concreto, consideran inadmisible que este importante pregón lo oficie una persona como Najat el Hachmi, quien "tiene un discurso de odio centrado en contra de los derechos y las libertades de las mujeres trans", además de "declaraciones abiertamente islamófobas".

Pues bien, quien haya leído, aunque sea una de las obras de Najat, no hace falta que sean todas, descubrirá que estos terribles calificativos de fascista, racista o tránsfoba con los que se la ha definido de forma gratuita no sólo no son ciertos, sino que han sido exteriorizados y mantenidos de forma recalcitrante con el mismo odio que sus emisores dicen querer combatir.

Resulta, cuanto menos, paradójico, que aquellos que incluso incluyen en la definición de las asociaciones que constituyen expresiones tales como "combatir el odio" sean los que, cuando encuentran a alguien que no piensa como ellos, dirigen contra él o ella todo su execrable e injurioso veneno. El, a su juicio, odiado, se convierte, pues, en odiador, con lo que el supuesto odio denunciado, que existe en algunos casos, pero no en todos y, ni mucho menos, en el analizado, se generaliza y se instaura en la opinión pública.

Todo se ha convertido hoy en delito de odio. Tanto es así que resulta difícil abrir la prensa y no descubrir una noticia en la que alguien, quien quiera que sea, haya denunciado a otro por la presunta comisión de una de estas infracciones penales, las cuales son, no lo olvidemos, delitos de expresión, que limitan, valga la redundancia, el derecho fundamental a la libertad de expresión reconocido en el artículo 20.1.a) de la Constitución Española.

Pero, volviendo al tema que nos ocupa y sin ánimo, por la extensión de este artículo, de analizar todas las manifestaciones realizadas en estos últimos años por Najat el Hachmi, sus críticas en los medios de comunicación a la conocida como Ley Trans han sido todas ellas legítimas y nunca hirientes, desde un punto de vista objetivo, claro está, a la comunidad Lgtbi+. Y es que expresar sus dudas, como yo mismo he hecho en distintas ocasiones, sobre el contenido y las consecuencias de la aplicación de determinados preceptos de esta ley no es transfobia, sino simplemente debate, generar debate, que es lo que se hace en democracia, aunque a algunos, progresistas de chapa y pintura, pero reaccionarios de corazón, no les guste eso de hablar y divergir.

La diversidad de opiniones, la heterogeneidad intelectual de los ciudadanos genera riqueza. La homogeneidad, en cambio, es peligrosa y propia de las autocracias, donde aquellos que disienten, aunque sea parcialmente, son expulsados (o algo peor) de la sociedad. Por ello, hemos de defender que quienes no piensan como nosotros tomen la palabra tantas veces como lo precisen, siempre que, por supuesto, lo hagan con educación, con conocimiento y desde el respeto, como hace Najat, como siempre ha hecho Najat.

Este artículo está dedicado a ella, a mi reconocimiento por su obra y, sobre todo, por su valentía al haber alzado la voz contra quienes, modernos opresores, sueñan con privarnos de nuestro fundamental derecho a la protesta.

*Juez y escritor

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