Opinión | COLABORACIÓN

Inmigración, necropolítica, crítica de la razón negra

Tras el accidente sufrido por el sumergible Titán cuando con 5 tripulantes, intentaba bajar hasta los restos del Titanic, en plan de turismo y curiosidad, habiendo pagado grandes sumas de dinero, del accidente y muerte de los tripulantes se hicieron eco todos los medios de comunicación, dando nombres y datos de los fallecidos. Esto contrasta con el accidente que sufrió un barco, con más de 700 personas negras procedentes del norte de África, de las cuales más de un centenar murieron ahogadas en su intento por llegar desesperadamente a las costas de Grecia e Italia, y que nos enteramos también por la prensa, sin conocer sus nombres, ni dato alguno, tan solo sabemos el número, y no iban de turismo, ni eran multimillonarios.

El filósofo camerunés Mbembe utilizó el concepto de necropolítica: la idea de que «la última expresión de la soberanía reside en el poder y en la capacidad de decidir quién puede vivir y quién puede morir», técnica característica del capitalismo globalizado. Trata el filósofo camerunés de la deconstrucción del discurso eurocéntrico y aboga por la recuperación de una memoria no victimista que sane las heridas de la esclavitud en el continente africano que supone la entera disponibilidad de la existencia ajena en manos del amo por el temor a perder la supervivencia biológica con una triple pérdida para el sometido: a desistir de un hogar propio, de su cuerpo, suspendido de todas las garantías civiles, condenado sin posibilidad de juicio previo, descartado, nadie reclamará. A esta idea ha de sumarse también el hecho de que la violencia económica no se expresa tanto en la explotación, sino en hacer invisible a una parte importante de la población mundial. Un mundo que cuestiona radicalmente el proyecto democrático de la Ilustración, igualdad, legalidad y fraternidad, y que a causa de la tecnología, la digitalización y el sistema económico, producen un exceso de trabajadores que ya no necesita explotar. Un método adicional para controlar la población no explotable es la zonificación, que consiste en aislar y encerrar a los que se niegan o no pueden contribuir al sistema. Pero relegar el análisis exclusivamente a un examen del pasado es una forma cómoda de evitar el malestar que producen sus reflexiones si se las aplica a la realidad actual.

Algo parecido, por ejemplo, ha sucedido con nuestros mayores, quienes han terminado por ser recluidos en residencias para la tercera edad. Sin embargo, el sistema imperante obliga a todos sus miembros a aportar económicamente sin poder dedicar tiempo a los que necesitan cuidados. Pero el abandono de muchos de estos geriátricos muestran que hay una dejación colectiva de la responsabilidad hacia los viejos. Se los trata como objetos, olvidando que, si el sistema ha llegado hasta aquí, ha sido gracias a su trabajo.

** Licenciado en Ciencias Religiosas

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