Opinión | ESCENARIO

Nanas

A mí me las cantaron, yo se las canté a mis hijos y ahora se las canto a mis nietos. El mayor de ellos, Javier, un hombrecito de tres años, va prefiriendo que le lean cuentos, pero se ha dormido muchas veces mientras lo mecía y le susurraba al oído la monotonía de una nana. Mi nieta Sol, a punto de cumplir diez meses y mi nieta Vera, a punto de cumplir los siete, siguen escuchando embobadas todo el repertorio -heredado, aprendido o inventado- de nanas que conozco. La combinación de mecedora y nana es infalible; nunca he entendido ni aplicado los consejos que dan algunas personas acerca de hay que dejar llorar a los bebés hasta que se duerman solos; y no sé si las modernas directrices para su crianza los encuentran aceptables. Sólo pienso que son momentos irrepetibles que pasan rápidamente.

Cuenta una amiga mía que cuando le preguntó a una matrona por qué su nieto lloraba en la cuna, le contestó a su vez con otra pregunta: «¿Es que usted no sabe que las cunas tienen alfileres y los brazos de las abuelas son de algodón?». Hay quien dice que los ritmos de las nanas van acompasados con el latir del corazón y por eso tranquiliza a unas criaturas que durante los meses de embarazo lo han estado oyendo continuamente. Lo cierto es que las canciones de cuna existen en todas las culturas, se adaptan al folclore propio de cada una y, desde luego, favorecen el desarrollo mental del bebé, especialmente el lenguaje.

Hay nanas famosas y muy difundidas como la de «Los tres cerditos ya están en la cama,/muchos besitos les da su mamá/y calentitos todos en pijama/dentro de un rato los tres soñarán...» o como la de «Pepito Conejo al monte salió,/corre, corre, corre,/desapareció./Ven, ven, conejito/llora su mamá/ven acá corriendo,/que te cogerán.» O como la de «Pajarito que cantas en la laguna,/no despiertes al niño que está en la cuna./Pajarito que cantas en el almendro,/no despiertes al niño que está durmiendo.» Algunas letras son muy tristes: «Este niño chiquito/no tiene cuna,/su padre es carpintero y/le va a hacer una» o «Este niño chiquito no tiene madre/.../lo echó a la calle.» Ésta, de la que me he saltado el verso de contenido racista, me parece espeluznante. Espero que los niños no lo entiendan, aunque esté recogida por Federico García Lorca. En realidad, cantada con cariño y suavemente, cualquier letra sirve y, sobre todo, que los brazos sean de algodón.

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