Opinión | MUNDO DIGITAL

Juicio a las adicciones digitales

La enorme cantidad de tiempo que pasan niños y adolescentes de todo el mundo enganchados a las redes sociales ha llamado la atención de especialistas en la materia y organizaciones vigilantes de la salud pública. Como ya ocurriera con la industria tabaquera en su momento -y en menor medida con la industria agroalimentaria y el consumo de azúcares-, empiezan a conocerse informes y estudios científicos que ratifican, con sólida evidencia empírica, el carácter adictivo de algunas redes sociales.

En el punto de mira, sobre todo, Instagram (perteneciente a Meta, el nuevo nombre de Facebook) y TikTok, el gigante chino de los videos cortos que entretiene a millones de chavales ante la pasividad cómplice de sus padres y madres. La Organización Mundial de la Salud ya ha equiparado la adicción a las redes sociales con la adicción a los videojuegos, considerándola como una patología del comportamiento. Todos estos avisos y publicaciones científicas no suelen llegar a los tapiados oídos de los adultos que compran smartphones a sus hijos y disfrutan de la merecida comodidad que necesitan tras una jornada de duro trabajo. Vivir es mucho más fácil con los ojos vendados.

Sin embargo, en los Estados Unidos comienzan a proliferar demandas contra algunas de estas compañías. La sociedad civil se ha movilizado para lograr despertar de su letargo a las familias. Pero el activismo corresponde sobre todo a los abogados, que anuncian en sus páginas web, a lo largo y ancho de todo el país, sus ofertas para presentar querellas y tratar de lograr jugosas indemnizaciones. Los litigios mueven el mundo americano, como nos han enseñado el cine y la televisión, y en determinadas propuestas informativas dirigidas a las familias de los jóvenes adictos se dice sin pudor que en casos de muerte provocada por las redes sociales (por suicidio), podría llegar a conseguirse una indemnización de entre 1’5 y 5 millones de dólares, incluso más si la muerte fue especialmente horrible.

Las industrias de la adicción se enfrentan, pues, a las hienas del dolor ajeno. Será un duelo de titanes, que dentro de pocos años será filmado y proyectado en cines y plataformas de televisión. Asistiremos comiendo palomitas, espectadores compungidos, a proyecciones de historias terribles basadas en hechos reales. Pero el daño ya estará hecho. Para todos estos mercaderes de la atención de nuestros hijos y del dolor de las familias, sólo importa el dinero. Sigan atentos a sus pantallas.

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