Opinión | LA RUEDA
Narcisismo y desplantes
«Humilde es nuestro presidente. Aunque tengamos que aguantar que, cuando le humillan a él, a España humillan»
El último en insistir sobre el cacareado narcisismo de Pedro Sánchez ha sido Máximo Huerta, pero ya mucho antes de preguntarse retóricamente cual emperador romano cómo le recordaría la historia, sus detractores destacaban ese rasgo distintivo de su carácter. Sin embargo, una, aunque deplora a diario su quehacer político, no comulga con ellos. Un alma narcisista jamás apuraría hasta las heces el cáliz de los desplantes que le prodigan sus socios y aliados. No, queridos lectores, los que ven en Sánchez un presumido y un soberbio, se equivocan. No es presumido, es simplemente guapo. Y no es soberbio. ¿Aguantaría un soberbio que un mindundi que en otro tiempo fue su vicepresidente le amenace con que, si osa tocar la ley del sí es sí, lo pagará? ¿Soportaría un narcisista que ministras de la coalición se atrevan a asegurar que le tiemblan las piernas o que está cediendo a la presión del PP, cuando es público y notorio que Feijóo acaba de estrenarse en política y solo le mueve la envidia porque el presidente es atractivo y habla estupendamente inglés? ¿Admitiría un orgulloso que aquel que le prometió que no le abandonaría en el siempre honroso camino de acabar con la sedición y rebajar la corrupción se ría de él y le diga que en Davos parecía el Che Guevara con corbata?
Me dirán ustedes que sí es propio de un jactancioso adelantarse al rey de España en los actos de protocolo, como suele hacer nuestro mandatario, sin reparar en que puede tratarse de mala educación sin más. Yo les digo que Sánchez es humilde entre los humildes. Vean, si no, cómo aguanta sonriente no el desplante, sino el plante del rey de Marruecos, él al que molestan tanto las ganancias de los bancos y el recuerdo de los tiranos pero no incomodan los 12 palacios, 1.100 sirvientes y 600 coches de lujo del monarca ni homenajear al rey Hassan II, monarca de memoria tan democrática que para algunos es un genocida con todas las letras. Humilde es nuestro presidente. Aunque tengamos que aguantar que, cuando le humillan a él como representante de España, a España humillan.
*Profesora
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