Opinión | editorial

Unidad, firmeza y serenidad

«La condena del terrorismo yihadista no debe ceder paso al discurso intolerante»

El cadáver del sacristán fallecido en Algeciras en la plaza Alta.

El cadáver del sacristán fallecido en Algeciras en la plaza Alta. / EP

Aunque responda a una acción individual, el asesinato de Algeciras ha vuelto a poner de manifiesto la necesidad de una política decidida contra el terrorismo yihadista que combina la unidad, la firmeza y la serenidad. Tomando el nombre de Alá en vano, un joven marroquí recién llegado a España asestó un golpe mortal con un alfanje al sacristán de la iglesia de Nuestra Señora de la Paloma e hirió gravemente a un sacerdote profiriendo gritos contra los cristianos. La conmoción provocada por este abyecto homicidio ha estado acompañada de posicionamientos y actitudes que muestran, por lo general, la madurez de una sociedad como la española que ha sufrido el terrorismo yihadista y ha aprendido a hacerle frente con entereza y eficacia. Pese a algunos pronunciamientos desafortunados, la mayoría de las fuerzas sociales y políticas han criticado el atentado en términos enérgicos pero serenos, distinguiendo la pretensión del asesino de matar en nombre del islam de la naturaleza de una religión cuyos mandamientos no ordenan ni justifican hechos como los sucedidos en Algeciras. 

Como ya ocurrió en atentados anteriores es de destacar el posicionamiento solidario de todas las comunidades islámicas, empezando por la de Algeciras que lleva años integrada en la sociedad andaluza. Desde Córdoba, la Junta Islámica de España expresó su «completa repulsa» contra el atentado y ofreció sus condolencias a la familia del fallecido, heridos, comunidad católica y sociedad. Las principales organizaciones islámicas en Andalucía y España han abogado por una respuesta unitaria de todos los demócratas contra el odio y la violencia. Se trata de declaracio nes alentadoras, en la medida que la lucha contra el fanatismo, la radicalización y el terrorismo de matriz yihadista no puede ni debe concebirse sin la participación activa de los más de dos millones de musulmanes residentes en España y los 25 millones que viven en Europa. En un sentido coincidente, llamando a distinguir entre los propósitos del asesino y la naturaleza del islam, se ha manifestado también la Conferencia Episcopal Española, aportado serenidad. 

También valoramos positivamente las declaraciones de la mayoría de fuerzas políticas que han rechazado el crimen de Algeciras sin sobreactuar, como la del presidente andaluz, Juanma Moreno, que, junto con la condena al atentado, pidió a la ciudadanía andaluza que «no se generalice» y se respete a los musulmanes.

Aunque el atentado tenga, desde el punto de vista de la seguridad, características de bajo perfil, la conmoción que ha provocado debiera haber llevado al Gobierno a ponerse en contacto inmediatamente con la oposición. Si este contacto no se produjo, como ha sostenido el Partido Popular, la crítica al ministro del Interior parece justa. Por el contrario, nos parece que la petición de convocar de urgencia el pacto antiterrorista que ha hecho el PP supone una sobreactuación innecesaria. Reforzar los centros de culto para evitar el efecto contagio parece suficiente teniendo en cuenta que España sigue en nivel 4 de alerta. Vox ha sido el único partido que ha desentonado con este clima de unidad, firmeza y serenidad. Su intento de aprovechar el atentado para sacar algún rédito electoral criticando la política migratoria e insinuado que el islam es, en sí mismo, portador de violencia, constituye no solo un dislate político. Es la respuesta con la que sueñan los yihadistas para dividir nuestras sociedades, debilitarlas y hacerlas más vulnerables. 

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