Opinión | LA OLA

Disculpe, señora profesora

Durante el mes de enero de 2023 he tenido la oportunidad de realizar una estancia como profesora visitante en la Escola Secundária Infanta D. Maria de Coímbra (Portugal) gracias a una beca concedida por la Secretaría de Estado de Educación de España. Este tipo de programas permite asistir como docente observador a centros educativos de Europa, con el objetivo de conocer de cerca el sistema educativo del país de destino y observar prácticas interesantes que se puedan aplicar en nuestras aulas. En el último apartado de la memoria que debo entregar a mi regreso, se me pide que redacte una valoración personal de la experiencia.

Puesto que en cada país, región, localidad o instituto debe de haber centros docentes buenos o malos, departamentos que funcionen mejor o peor, profesores como «Don Vagancio» y otros como «Doña Federica», y alumnos con más o menos ganas de estudiar y con diversos grados de modales, es complicado arriesgarse a realizar generalizaciones. Sin embargo, el hecho de haber observado en primera línea cómo es el sistema educativo portugués ha supuesto que ahora pueda hablar con cierto conocimiento de causa sobre diversos aspectos. Dejando al margen el acceso de los profesores a la función pública, la distribución de los cursos en los diferentes ciclos de enseñanza de Portugal y los contenidos impartidos en cada nivel, hay un fenómeno que ha llamado poderosamente mi atención: la relación entre los profesores y los alumnos portugueses es muy diferente a la que actualmente se da en la mayoría de los centros de enseñanza españoles, y una buena prueba de ello es el empleo de las formas de tratamiento utilizadas por parte de los discentes lusos para dirigirse a sus docentes: «Disculpe, señora profesora, ¿puede repetir eso que acaba de decir?» Llevaba una hora en el instituto de secundaria de Coímbra y ya me había ganado ser tratada por mis alumnos prestados como «Senhora Doutora», fórmula de tratamiento que ninguno de mis pupilos españoles siquiera conoce (en su forma castellana, claro).

Puede parecer que no tiene importancia utilizar una u otra forma para dirigirse a un profesor, pero quizás no sea un asunto del todo baladí, ya que estos usos lingüísticos reflejan las premisas sociales que causan algunos de los problemas que actualmente dificultan la labor de los docentes. Hasta hace varias décadas, en España se aceptaba que los profesores ocupaban una posición jerárquica superior a la de los alumnos. Esta aceptación ha ido desapareciendo, entre otros motivos porque los alumnos saben que ya no dependen de los docentes para aprobar, y este cambio social puede verse reflejado en los usos lingüísticos a que aquí me refiero. La sociedad portuguesa no presenta una situación paralela a la de España en este sentido: los alumnos lusos aceptan con naturalidad su inferioridad jerárquica con respecto a los profesores y ello también queda reflejado en el uso de las formas de tratamiento en el ámbito escolar.

Es obvio que en todos los países habrá aspectos positivos y negativos en cualquier sector, pero, cuando se nos pregunta qué está pasando en nuestros centros educativos, una de las múltiples respuestas tal vez sea la pérdida de respeto que ha ido apareciendo hacia la figura del docente, reflejo de la creencia de que el alumno está en simetría con el profesor: en Portugal tienen claro que esto no es así.

** Lingüista

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