Diario Córdoba

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Jose Cobos

Sobre fiestas pacenses del Corpus Christi

Quizá sea esta celebración una de las más señaladas en la geografía española

En la religión tradicional fiestas como la del Corpus Christi configuraban el ámbito de nuestra vida social. Posiblemente, con exclusión de la Semana Santa, sea esta celebración una de las más señaladas en nuestra geografía. Cierra el tiempo pascual, y pone el énfasis en la unidad y la equidad como signos del cuerpo místico, elevando a la eucaristía a senda privilegiada de esa mutación que conduce de la vida natural a la nueva vida de la gracia. De ahí el afán por honrar a Jesús Sacramentado ya durante el medioevo: la hostia consagrada se contempla como el verdadero cuerpo del Señor, en contraste con las heterodoxias existentes que negaban en aquella la existencia cierta de Cristo. Fue en Toledo donde se celebró por primera vez en 1280. A partir de entonces se fue difundiendo hasta que, en el trescientos, estaba ya generalizada en los reinos peninsulares, asociándose a la representación de autos sacramentales cuyo esplendor culminó en las centurias centrales de la modernidad. Los cortejos solemnes no serían sino una representación más de la potestad eclesial, pues en ellos no solo figuraban la sociedad civil y militar, sino también el clero, las cofradías e incluso los propios enemigos de Dios: demonios y herejes personificados por figuras grotescas, tarascas, dragones... Hoy se festejan con menoscabo del talante popular de antaño. Aun así, son muchas las celebraciones que preservan en España el gusto de otro tiempo. Entre ellas, las de diversas localidades de la provincia de Badajoz, como las de Fuenlabrada de los Montes, Fuentes de León, Helechosa, Puebla de Alcocer o Peñalsordo.

En la primera de ellas, los ‘diablillos’ piden por calles y casas a cambio de altramuces, mientras los chicos les tiran brevas. Las vecinas montan altares en los que la procesión se detiene en unas calles con los balcones acicalados con colgaduras y alfombras de juncias y otras hierbas aromáticas. En esta población se conserva la tradición del ‘infierno’, especie de piscolabis al que el mayordomo invita tras el desfile. En Fuentes de León acompañan al Santísimo en la procesión tres parejas de danzantes dirigidos por el ‘guión’. El último día de las fiestas, en la Puebla de Alcocer, se celebra la procesión de los altares y, en la iglesia, a los cofrades del año siguiente se les hace entrega de los estandartes o albardas. En Helechosa, el Corpus, con sus ‘diablucos’, mantiene viva una tradición que se remonta a finales del quinientos. Es un día grande en el que todos los años se renuevan los cargos de mayordomo, escribano, los dos alguaciles y los cuatro diputados de la hermandad y cofradía del Santísimo, siendo los dos ‘diablucos’ grandes y los dos pequeños, con sus cascabeles, trajes rojos y carátulas, los personajes principales de la celebración. La tarde anterior se anuncia el acontecimiento al son del tambor. El día del Corpus recogen al mayordomo, sacerdote y cofrades en sus domicilios para dirigirse juntos hacia la iglesia, donde se celebra la eucaristía, siendo durante la consagración cuando se culminan sus bailes. La procesión transita por unas calles con olor a juncias, con balcones adornados y altares montados con productos de la comarca, como las roscas de candelilla, los canalillos y otros, que a su término son subastados en lo que se conoce como almoneda. Los ‘diablucos’, durante el cortejo, danzan ante el Santísimo y se quitan las carátulas en cada uno de los altares. En la iglesia, tras la bendición del sacerdote, inician una veloz carrera, año tras año, como signo de haber sido vencidos por la eucaristía.

En Peñalsordo la fiesta se vincula en su origen al auxilio divino recibido en la toma del castillo de la Capilla, fortaleza del siglo XII y excelente mirador sobre la comarca de la Serena, hecho que se recuerda todos los años. Al grito de «¡Alabado sea el Santísimo Sacramento!» los cofrades, con el bullidor o hermano mayor vitalicio, se reúnen al atardecer del sábado. Los cargos de la cofradía son la ‘labarda’ o ‘Pinche Grande’, el capitán con su lanza corta o ‘Pinche Chico’, el alférez con la bandera y el sargento. Con antorchas pasean al son del tambor. En el balcón del Consistorio se representa la ‘mojiganga’, sátira de lo acaecido en la villa durante el año. El domingo, los hermanos, ataviados con trajes de época y a caballo, o con burros bellamente enjaezados, simulan una batalla callejera.

También liberan al ‘Abuelo’ y a la ‘Abuela’, quienes tocan las castañuelas en la procesión; en los altares se honra al Señor y, al entrar en la iglesia, los jóvenes forman un castillo humano que recuerda al que se arrebatara a los musulmanes. Al término, se ejecuta el ‘baile de la bandera’. También, cada cuatro años, se celebran las ‘alcancías de los caballitos’, siendo los cofrades más recientes, y con armazón de caballo, a quienes se les requiere para tirar a los asistentes huevos repletos de fécula y aserrín.

*Catedrático

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