Opinión | GUADALQUIVIR
Feria en los pueblos
En el mes de mayo se inicia un periplo de ferias por el valle del Guadalquivir, que tiene como epicentro ferial a Córdoba, y en los límites provinciales a Villa del Río y Palma del Río. Este año, por razones suficientemente conocidas y explicadas, la gente tiene ganas de feria. Así lo ha demostrado la ciudad palmeña, que durante cuatro días ha superado todos los datos conocidos de esta feria nacida en 1886, tras sufrir una grave enfermedad contagiosa en 1885. Como el milagro de los panes, se han multiplicado casetas, actuaciones, caballos, comidas, bailes y un poquito romper la compostura del día a día. En las vistosas casetas del real y el hermoso y vetusto paseo de albero no cabía un alfiler y cual manifestación espontánea, la ciudadanía ha reivindicado un ratito de felicidad. Los pequeños ya saben lo que son atracciones de feria, los jóvenes han recuperado un tiempo perdido y los más mayores han compartido con sus familias ese espacio de ocio tan necesario para sobrellevar la agenda diaria.
Por esas ferias bañadas de río antiguo llegan los candidatos de los partidos y coaliciones para saludar a la militancia, estrechar manos anónimas, tomar un refresco, bailar poquito y encandilar mucho. Esta precampaña se topará con muchas ferias, y aconsejo a tanto político desentrenado en las relaciones sociales, que se las tomen con moderación, pues una ingesta festiva es altamente peligrosa para el futuro de sus señorías. Cuando vengan por el hermoso valle entre encinas y naranjos, deben recordar lo dicho en la feria de 2018. Ya saben, las mejoras de la carretera A-431, el tren de cercanía, las estaciones de ferrocarril, los colegios públicos, los comedores, los planes de empleo joven, las convocatorias de empleo público, el acceso a la universidad, la integración social... Y las ferias, claro qué sí.
En una feria se dan cita miles de personas. Cientos de mujeres vestidas con el traje de volante, gitana o faralaes (fiesta), jóvenes que bailan hasta el amanecer, padres y abuelos que llevan a sus niños a los cacharritos, familias y amigos que comen y beben juntos. Insisto, miles de almas felices, que dejan a sus pequeños en la ludoteca mientras bailan sevillanas. Con decenas de policías locales, guardias civiles y protección civil. ¿Un solo incidente es una feria insegura? Qué ganas de manipular.
** Historiador
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