Diario Córdoba

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Miguel Ranchal

Mercancías peligrosas

Pocas veces como ahora puede apreciarse el efecto mariposa por un parón de los camiones

El mundo está lleno de siglas, y cada uno se las lleva a su terruño. ADR, por ejemplo, puede sonar al común de los mortales a un componente genómico, estirando si me apuras de algún ribete ribonucleico. A los camioneros les suena a otra cosa, sobre todo los que transportan vehículos cisterna de combustible o algún que otro material de alto riesgo. Los identificas con los arquetípicos paneles naranjas, esos que levantan el interés del viajero curioso por cuestionarse qué significa ese arcano de números y otorgan mismamente el 1203 a la gasolina, y el 1017 para el cloro. Precisamente, el ADR es el acuerdo europeo de transporte de mercancías peligrosas, un referente de reglas y codificaciones recogidos en una publicación cuyo volumen deja en papel de fumar las antiguas páginas amarillas. Un libraco tan pretencioso y exhaustivo que hace una interpretación muy extensiva de su ámbito de aplicación, con una Europa aceptada como animal de compañía, pues tanto se aplica en Portugal como en Tayikistán.

Pero la mercancía ya no necesita paneles naranja para transformarse en peligrosa en estos tiempos convulsos. La huelga de transportes ha dado otra vuelta de tuerca en este ataque de nervios que nos carcome desde que nos estafaron con otros felices años veinte. No hay que fintar la prioridad de la gallina y el huevo para entender que los problemas de los transportistas estaban ahí antes que la puta guerra de Putin. Que hay razones justas para empatizar con sus movilizaciones; de entender incluso ese rezumo de ingratitud porque los camioneros fueron uno de los pilares esenciales para que la normalidad no fuese tan extraña en los días álgidos del covid. Mas ya sabemos que las cañas pueden tornarse lanzas si hasta las causas más justas se pasan de frenada.

Esta huelga no se ha gestionado bien. Incluso puede percibirse una mezcla de soberbia y amateurismo en la Titular de la Cartera, negando audiencia al líder de la movilización. Los egos fermentan en el resentimiento, y unas torpes maniobras han convertido a Manuel Hernández en el Espartaco de los camioneros; el líder de la plataforma se ha retroalimentado de esos pírricos prejuicios de ser jaleado por la extrema derecha. Al señor Hernández le faltado decir que, más cornadas que tildarte de facha, te da ser autónomo. Lo peligroso es ensoberbecerse de este acaparamiento de los focos, arrastrándose por la percepción de tu fuerza a pasarte de ralentí; tomando conciencia de la trascendencia del transporte como servicio esencial, llegando a poner en jaque el funcionamiento de toda la sociedad y de un sinfín de causas justas que no tienen tanta repercusión en sus reivindicaciones. Pocas veces como ahora puede apreciarse el efecto mariposa por un parón de los camiones. Casi todos perdemos en esta puñetera época. Es justo movilizarse por la insostenibilidad del precio del combustible y requerirle al Ejecutivo, no un iluso intervencionismo, pero sí arbitrar las medidas para que el mercado no se asiente en temerarias especulaciones.

No entramos en la suficiencia de las acuerdos alcanzados para que cesen los paros, sino en el recordatorio de que el riesgo y ventura no es exclusivo de los transportistas, y las cañas pueden tornarse lanzas si otros sectores trocan su comprensión por el hartazgo. También los controladores aéreos tenían conciencia de su categorización estratégica, y tuvo que ser Zapatero, no clasificado precisamente como halcón, el que dictase el primer estado de alarma para desenmarañar ese nudo gordiano. Egos fuera y más eficacia, que bastantes problemas tenemos para hacerle un don Tancredo al entendimiento. Para otro momento las mercancías peligrosas.

** Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor

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