Los tiempos [que vivimos] nos obligan a permanecer muy alerta en un escenario, sin duda, lleno de incertidumbres y de contrastes. Ante esta situación, ¿qué hacer? ¿Tenemos que dejarnos llevar por el pesimismo? ¿Debemos caer en el conformismo, esperando que los problemas se resuelvan por sí solos? Yo creo que no». En una coyuntura marcada por la incertidumbre, con la pandemia golpeando de nuevo y con los múltiples retos (económicos, medioambientales, de igualdad...) a los que se enfrenta la sociedad española, el rey Felipe VI dedicó su tradicional discurso de Nochebuena a instar a la ciudadanía a «tomar la iniciativa e intentar ir por delante de los acontecimientos», porque estos tiempos convulsos que vivimos, subrayó el Rey, también están llenos de «nuevas ideas y oportunidades». «Los desafíos que tenemos por delante representan para España, como para muchas otras naciones, una auténtica encrucijada; pero son sin duda una oportunidad histórica [...] para actualizar y modernizar nuestro país», afirmó Felipe VI.

El mensaje optimista -pero apegado a la realidad, con referencias a la difícil situación de La Palma y a aquellos que viven en situación de vulnerabilidad- es más que bienvenido en unos momentos en que, tras dos años de lucha contra el covid-19, cunde la frustración y la fatiga pandémica. El Rey recordó con acierto el camino recorrido entre su discurso de Nochebuena de 2020 y el de este viernes, y enfatizó la principal diferencia: el proceso de vacunación (del que dijo: «Podemos sentirnos especialmente satisfechos») sin el cual la situación estas Navidades, en pleno azote de la variante ómicron, sería muy diferente. El Monarca destacó que la economía ha vuelto a crecer, subrayó la evolución «positiva» de la ocupación y elogió al personal sanitario, este último hecho siempre de agradecer pero más en unos momentos en que desde alguna institución se ha puesto en duda la profesionalidad de un colectivo sin cuya responsabilidad y sacrificio los estragos de la pandemia serían aun peores. A destacar también la referencia a la «ocasión única» que suponen los fondos europeos para la modernización de España. 

Más allá de este bienvenido mensaje de optimismo, es inevitable que el discurso del Rey se analice con lupa en busca de referencias a la situación en la que se encuentra su padre, Juan Carlos I, que vive sus segundas Navidades consecutivas fuera de España, en Abu Dabi. Felipe VI no hizo ninguna referencia directa a la situación del rey emérito, pero sí dijo de forma clara que entre las obligaciones de las instituciones se encuentran: «asumir, cada uno, las obligaciones que tenemos encomendadas; respetar y cumplir las leyes y ser ejemplo de integridad pública y moral». Eso sí, no habló el Monarca de la modernización ni de la transparencia de la Monarquía, sin duda el gran reto al que se enfrenta hoy su reinado. 

Tampoco citó el Monarca a Cataluña, lo cual de por sí casi es un síntoma de normalidad institucional tras una década de ‘procés’. Eso sí, el Rey dedicó una parte importante del discurso a loar la Constitución, cuya reforma es objeto de debate político. «La Constitución ha sido y es la viga maestra que ha favorecido nuestro progreso, la que ha sostenido nuestra convivencia democrática frente a las crisis [...] y merece por ello respeto, reconocimiento y lealtad». Palabras justas que no sería conveniente confundir con el inmovilismo.