Muchos lectores me han preguntado por mi amiga Eulalia, de la que quieren saber más cosas. Hablé de ella por primera vez en esta columna, en el artículo publicado el 29 de agosto. Vive en Cerro Muriano y allí pasa también las navidades. Sus hermanos, si quieren verla, tienen que reunirse en su casa, en la que, desde luego, hay sitio de sobra para todos: los dos hermanos, las dos cuñadas, los tres sobrinos y las dos sobrinas. A Eulalia le encanta ese plan, porque a pesar de que vive sola por propia elección, es muy sociable y hospitalaria y no le importa que en Navidad se le llene de gente la casa, a la que convierte en un parque temático navideño, eso sí, a la española, es decir, sin papanoeles, ni renos, ni trineos.

Ya les hablé del maximalismo decorativo que impera en su casa: cuadros, espejos, tapices, alfombras, mesitas con porcelanas, jarrones y cajitas y aparadores con vajillas expuestas. Vamos, un calvario para limpiar el polvo. Dos salones en los que ahora enciende las chimeneas, que están rodeadas por sofás y sillones. Todo esto queda tuneado por un barroquismo navideño que te obliga a desplazarte con movimientos casi de ballet -puntas incluidas- entre una selva de flores de pascua y todo tipo de cachivaches adornados con lazos, cojines, coronas de acebo, campanas, cascabeles y velas doradas, verdes, rojas y blancas. Las blancas, en candelabros de cuatro brazos; las demás, en portavelas repartidos estratégicamente. Añade un gran abeto -menos mal que no es natural- donde cuelga toda clase de adornos, que ha ido coleccionando durante años. Y con el jardín hace lo mismo.

Pieza a pieza ha ido completando su Nacimiento, herencia de una tía abuela, que empezó con la Virgen, San José y el Niño, la mula y el buey, y ella fue aumentando con el ángel y los pastores, los Reyes Magos -con sus camellos y adorando- la posada, el castillo de Herodes, los soldados persiguiendo a los inocentes, la huída a Egipto... y todo el repertorio de escenas costumbristas: la castañera, el leñador, las lavanderas, el hortelano... Eulalia inaugura su nacimiento el 8 de diciembre y lo recoge el 7 de enero. Lo pone cerca de la puerta de entrada y al lado, en una mesa coloca la botella de anís, las copitas y la bandeja de los polvorones y las golosinas para convidar a todo el que llega. En vez de una jornada de puertas abiertas, hace un mes de puertas abiertas. Eulalia y yo les deseamos feliz Navidad.