Pau Gasol ha medido cada paso de su despedida. Lo ha hecho en el Liceo de Barcelona, con su familia al frente, su mujer y su hija, sus padres, sus amigos compañeros de la selección. Ha sido un espectáculo escuchar y ver a Pau Gasol despedir sus 21 años en la cúspide del baloncesto internacional, porque su discurso ha sido una poética sobre cómo afrontar el aire de los sueños con la única sustancia que el azar nos ha dejado en las manos: el esfuerzo, el honor, la máxima ambición sin arrogancia. No conformarse nunca con mantenerse ahí, sino tratar de ser mejor a cada aliento. Porque lo difícil no era llegar, y ni siquiera mantenerse, sino seguir creciendo desde dentro. Ha sido hermoso escuchar y ver a Pau Gasol y uno entiende que determinados sentimientos de generosidad suelen llegar de gentes que han crecido en una familia bien estructurada. Dio mucha importancia a lo que hicieron sus padres: en cuanto fue seleccionado el número 3 del Draft -el mismo de Michael Jordan-, sus padres lo dejaron todo en España para irse con él, y también sus hermanos. Ese tipo de unión, ese tipo de integridad en la entrega que no comercia consigo misma, sino que se ofrece cabal, seguramente tiene mucho que ver con la forma que ha entendido Pau Gasol de gestionar su éxito. Eligió el escenario y su momento: después de superar una fractura gravísima en el pie, con un proceso de recuperación duro, durante la pandemia, sin competir realmente, pero con el sueño de poder volver a jugar con sus compañeros de la selección española, una vez más, en unos Juegos Olímpicos. No se ganó medalla, pero ya ha dicho Pau que su mentalidad no es darle vueltas a los objetivos que no se han logrado, que esa no es su filosofía. Que unas veces se gana y otras se pierde, que hay que aceptarlo y seguir adelante. No me extraña que sea tan buen amigo de Rafael Nadal: ese sacrificio, esa exigencia máxima, ese querer estar ahí disputando los minutos de oro de tu vida, que pueden ser la última final o ese momento exacto de una despedida.

No a todo el mundo tiene que gustarle el discurso de Pau. Tampoco esa ternura con su hija en los brazos, después de haber reconocido que, en realidad, también quería jugar un año más, sobre todo, para que su hija pudiera verlo en la cancha compitiendo al nivel de siempre. No todo el mundo tiene que empatizar con nada, pero hay críticas que merece la pena analizar por su proyección sobre la actualidad. Se despide Pau Gasol, que quizá ha sido con Nadal el deportista español más importante de todos los tiempos -no voy a gastar palabras en resumir aquí su palmarés, campeón del mundo y dos veces de la NBA, entre otros muchos logros-, y Joan Maria Pou, en la Rac1 -la emisora de radio del Grupo Godó en Cataluña-, suelta, entre otras muchas indignaciones, que «Es absolutamente acojonante y patológico que un deportista que cuando se ha puesto a hablar con su hija pequeña le estaba hablando en catalán y que su lengua materna es el catalán no se exprese en un momento donde las emociones se deben intentar expresar con la precisión más exacta posible y eso solo se hace en la lengua materna, pues que no lo haga por razones que se me escapan (...). ¿Nos estamos volviendo locos? ¿Qué fuerzas intervienen aquí?». Luego culmina: “¿Pero de verdad no os ha explotado el cerebro cuando habéis visto a este deportista legendario que no ha usado el catalán?”.

Poco después, los insultos independentistas se han disparado contra Pau Gasol en Twitter. Sí, nos estamos volviendo locos: empezando por tu razonamiento, suponiendo que alcances esa categoría. O no escuchaste el discurso entero o la patología está en ti, pero ya es grave: porque alcanza a la base de tu entendimiento. Pau Gasol habló en varios idiomas porque su dimensión es internacional: en catalán, claro, a su familia más cercana, a sus padres y hermanos; en castellano, al mundo, pero también a los compañeros de selección que lo escuchaban, y a su propia hija, a la que se dirigió indistintamente en ambos idiomas; y, en inglés, a Catherine McDonnell, su mujer, que tiene que andar flipando con tipos como tú y la bilis que supuráis. A Catherine alguien le habrá explicado que a ciertos pirómanos de la convivencia los idiomas no les parecen lo que son -una red de puentes sonoros e invisibles-, sino muros que alzar por las gentes que quieren a Cataluña una y grande; porque libre no lo será, de veras, mientras se enciendan estos discursos de odio que no verás condenar, hoy, prácticamente a nadie. Viva Pau Gasol.

* Escritor