Rosa Monteverde, ficción del nombre artístico del imaginado Concepción Halcón Giraldez, nació un 21 de junio de 1928, en un pueblo vitivinicultor del valle del Guadalquivir, hija del capataz de un latifundio feraz, no únicamente dedicado al cultivo de la vid, cuyo dueño también lo era de una muy importante bodega de la zona. Ya desde la más temprana edad mostró la niña su afición por el baile popular, como por el académico algo después, y por el cantar de las coplas que tantas veces le oía a su madre y que ella repetía con cierto y espontáneo gracejo y gallardía, no exenta de encanto y genialidad, bajo el predominio y mágicas influencias de Terpsícore y Euterpe, musas, respectivamente, de la danza y la música. Y como se enseñara brava y de natural manera, tanto como desinhibida, dada la relevancia para la llevanza de la finca del trabajo de su progenitor, de labranza y vigilancia, fue admitida para que la institutriz que educaba a las hijas del generoso y confiado prócer, de similares edades, la incluyera en el grupo que instruía. Andando el tiempo su extraordinaria belleza de brillante y colorida mariposa se afianzó: rasgos finos, cuerpo estilizado, labios carnosos, y embrujadora mirada de unos ojos tan negros como el azabache. Así que complicándose, y al cabo poniéndose el mundo por montera, de lo que gustaba presumir, si bien con la esforzada tutela de su madre, que cuan ángel custodio no la dejaba ni a sol ni a sombra, llegó hasta la capital de Andalucía donde se inscribió en la famosa escuela del maestro Manuel Real Montosa Realito, localizada en la calle Trajano, próxima a la sevillana Alameda de Hércules. Por lo que no tardaría mucho en alcanzar fama y gloria, incluida la cinematográfica hollywoodiense. Pero el destino la matrimonió en 1955 con un soplapollas adscrito al Anciano Régimen, que abusando y maltratándola la llevó por la estrecha calle del vilipendio y la amargura. Más adelante, conoció al actor inglés R.P., estableciéndose entre ambos, desde el primer momento, una irrenunciable relación sentimental, que por mor de su soez e infame marido acabaría arruinándole la vida.