Escribir sobre política es tocar el presente con la respuesta escrita en el retrovisor. Escuchamos una declaración y una voz nos recuerda que hace sólo un año se dijo lo contrario. En todos los políticos suele haber un renuncio. A veces la contradicción aparece luego: la hemeroteca está al acecho del presente para hacerte volver sobre el pasado. Todos nos hemos negado a nosotros mismos alguna vez y es normal que así sea, porque maduramos y crecemos; y a duras penas, con un poco de suerte y voluntad, aprendemos a veces.

Con Pedro Sánchez el reto no consiste en encontrar un renuncio, sino un momento en que haya dicho una verdad sostenida después, si por verdad entendemos algo mantenido más allá del viento del beneficio propio. La penúltima es recordar qué opinaba Sánchez de los indultos en 2019: «Quiero manifestar el absoluto respeto y acatamiento de la sentencia del Tribunal Supremo por parte del Gobierno de España. En un Estado Social y Democrático de Derecho acatamiento significa su íntegro cumplimiento. Ha sido un proceso judicial con plenas garantías y transparencia». Carmen Calvo también corroboraba que el cumplimiento de la condena «debe ser íntegro» y María Jesús Montero se afirmaba en la idea.

No hago una lista de todas las ocasiones en las que Sánchez ha asegurado algo con su habitual solemnidad para después negarlo y hacer lo opuesto porque necesitaríamos todo el periódico. Pero es curioso que el presidente más vengativo y revanchista de estos años -como saben Joaquín Leguina y Nicolás Redondo Terreros, o Susana Díaz en Andalucía- llame venganza y revancha a las sentencias del Tribunal Supremo. Denigra a todo el poder judicial sin inmutarse. Estremece pensar qué será lo siguiente. Porque además de a la mitad de catalanes que se sienten españoles a pesar de padecer a un Gobierno autonómico gobernando y legislando contra ellos, aquel golpe de Estado no se lo montaron a un Gobierno del PP, como él dice, sino a todos los españoles.

* Escritor