Tras un año pandémicamente incoherente en todo lo oficial, el listón está muy bajito. Lo último ha sido ver cómo para los que están pendientes de su segunda dosis de Astrazéneca, el Comité de Bioética les dice que escojan entre esa misma vacuna u otra. O sea, que se automediquen (esa es la palabra, sin marear la gallina). ¿Quizá porque el paciente se supone que está suficientemente informado? Pues no. La verdad lo que se espera es que sean los del comité los que estén al tanto de las vacunas, den su opinión y presten asesoramiento. Pero no, por lo visto el que se va a poner la vacuna sabe más de ello. Ahora bien, por si las moscas, que firmen un consentimiento «informado». Bueno: informado o no... pero que lo firmen. En fin: que muy bioética no parece la cosa.

Por eso me alegro de que vayan volviendo las tertulias en los bares para ir teniendo algunos retazos más de cierta cordura y perspectivas que nunca encontrarás solo en los telediarios. Aunque tampoco lo de departir con los amigos sea la panacea. Y más cuando se incorpora alguno con una seguridad aplastante pese a no estar informado porque no lo necesita, de los que presumen de no leer periódicos de entrada y de salida... ninguna otra cosa más. Pero como lo sabe todo y todo es sencillo, y él es muy chulo y avasallador pues...

Así, en una de estas primeras conversaciones de bar tras el Estado de Alerta, un conocido en apenas dos minutos consideró (voy a intentar seguir la secuencia, a falta de argumentos) que «lo que ha pasado en Ceuta lo habría solucionado la Legión invadiendo Marruecos, para luego desembarcar en la playa de la Barceloneta y poner fin a lo del independentismo catalán y de hacer un desfile triunfal en Madrid, que allí sí que saben lo que es la libertad porque toman cañas y se hace lo que se quiere, sin miedo a la pandemia que además es una mentira y por eso no se va a vacunar (hasta que no lo hayan hecho todos los demás), porque son peligrosas y porque no quiere que los socialistas le controlen con un microchip». Hay que reconocer que hilar tantas gilipolleces a voz en grito, sin dejar meter baza a nadie y en apenas solo dos minutos... tiene hasta mérito. Requiere una técnica muy depurada.

Elegí solo una de sus afirmaciones, lo de la vacuna, para contestarle: «Pues yo sí me vacuno. Y si por salvar a mi familia del virus, o salvarte a ti o salvar a tu familia poniéndome la vacuna me pasa algo, pues... mala suerte. Ahora es cuando hay que ver a los patriotas y quién quiere a España». Ciertamente, un servidor de ustedes se quedó a gustísimo. De esas pocas veces en la vida en que a uno le sale la respuesta tan redonda, tajante e incontestable que quiere recordarla y compartirla toda la vida. Aunque en la vida no hay nada tan redondo, tajante e incontestable. En eso la vida es muy real. Ayer me enteré por otro contertulio de que el avasallador llegó al bar el lunes. Ahora, sin embargo, presumiendo de que se había puesto la vacuna (de sus antiguos argumentos en contra, ni rastro) y que además, como él es muy importante y la enfermera era prima suya, le puso la de Janssen, la de una sola dosis, concluyendo por todo ello que él es muy listo y los demás unos pringados.

No hay quien pueda con alguna gente.