El show creado en el primer partido de la oposición a nivel nacional, el de mayor experiencia en el poder en la historia de la Democracia española y gran alternativa al Gobierno de la nación, sería de risa si no fuera también para llorar.

Y es que para lo primero, para reír, no sirve de mucho. Por ejemplo, en el ránking de memes que circulan por internet un asunto como éste se prestaba a mucho más feroz e irónico cachondeo, todo ello ante la evidencia de que no hay por dónde coger la crisis. Y sin embargo, por lo menos a un servidor, le han llegado pocos memes para lo habitual que se despacharía en un caso así. Además, en líneas generales y aunque alguno ha sido genial, los memes han sido bastante chuscos y sin gracia. ¡Por Dios, un carajal como éste se merecía mucho más en cantidad y calidad!

Ahora bien, ¿por qué no me llegan más y mejores imágenes satíricas sobre la lucha fratricida en el PP? Una explicación podría estar en la difusión de los chistes y la otra en la autoría. Verán: quizá están circulando menos porque la gente está mucho más alejada de la política de lo que piensan los políticos. Algo que tampoco es bueno porque vuelve a reflejar el divorcio entre la sociedad y el estamento de los que mandan, particularmente en los partidos.

La segunda explicación sobre los pocos y sosos memes (ya digo, en general) que están circulando es achacable a su autoría, ya que no descarto que muchos ‘creadores’ sean justamente algunos responsable de redes sociales del propio PP, en donde no tienen el cuerpo para mucho sentido del humor. De hecho, como dije al principio, el asunto es serio desde el mismo momento que hablamos de un partido con experiencia, vocación y posibilidades de Gobierno y en donde se usa una acusación de corrupción como el que le reprocha a alguien que al salir a la calle va mal conjuntado en el vestir o con los zapatos sucios.

Creo que ya ha dicho Felipe González que este «lío» interno del PP «nos afecta a todos». Pero igual que tampoco fue bueno el berenjenal, por muy bien que saliera de él Pedro Sánchez, de su dimisión como secretario general del PSOE estando en la oposición en el 2016, con aquel enfrentamiento con el sector ‘susanista’ que terminó con una gestora. Seis años después, aún hay quien guarda desde aquellos días resquemores y alguna navaja de Albacete en la faltriquera. Es una metáfora, claro. Y tampoco fue bueno para el incipiente nuevo centro, el de Ciudadanos, la marcha aturullada de Albert Rivera en 2019, o que a la izquierda del PSOE la fragmentación se disparase desde aquella fratricida segunda asamblea ciudadana de Vistalegre 2, de 2017.

Porque, sobre todo, estas crisis internas ‘a lo bestia’ demuestran lo peor de la política, que es lo muy condicionada que está su devenir por las luchas de poder en el seno de los partidos, en donde el fin último, sin duda, deja de ser el bienestar del Estado y de los ciudadanos a mayor gloria de la propia organización y de uno mismo.