En esta pandemia hay un hecho cercano a nosotros que llama mi atención. Quizás el primer territorio en que se ha logrado la denominada «inmunidad de rebaño» sea Gibraltar, considerado por los ingleses como suyo y por los españoles como una colonia. Pero, más allá de legitimidades y soberanías de los que no entiende el covid-19, lo cierto es que, en esos cuestionados 7 km2 de tierra y los 33 mil y pico de habitantes que la ocupan bajo la bandera del Reino Unido y pasaporte británico, se ha vuelto a la vieja normalidad, quiero decir que aquello ya parece un paraíso -y no solamente fiscal-. Vacunados todos, se acabó el virus, incluso para los nueve mil españoles que entran y salen a diario del Peñón como trabajadores extrafronterizos. Los gibraltareños se han quitado la mascarilla y se frotan las manos, no con líquido hidroalcohólico como aún muchos de nosotros, sino con una situación sanitaria que les devolverá los cruceros atestados de turistas para echarles cacahuetes a los macacos de la roca.

Y ustedes me dirán: «Hombre, vacunar a unas 50 mil personas es una cosa y vacunar a 50 millones es otra. ¿A dónde quiere ir a parar?». Pues no muy lejos. Por ejemplo a Ceuta o Melilla. Estas ciudades están casi a tiro de piedra de la nación que posee la soberanía, léase España, mucho más cerca que Gibraltar del Reino Unido y, sin embargo, las cifras de contagiados por cien mil habitantes llevan siendo desde hace meses las más altas del territorio español. Y ahora yo pregunto si esto tiene que ver con algo o es una prueba de la idiosincrasia de los pueblos y de su manera de entender la política y las sociedades. Mientras que nuestros gobernantes hacen protestas en los foros internacionales antes quienes consideran nuestras ciudades en África como colonias, debaten si el Brexit acerca Gibraltar más o menos a España, o si los gibraltareños se pertenecen ya a sí mismos y pueden decidir su destino, bla, bla,bla, el Gobierno inglés los vacuna. Simplemente los vacuna. Mientras tanto, como escribí en su día, el melillense o el ceutí, sea cuál sea su origen étnico, sufre la peor de las situaciones: agarrarse a un nacionalismo exacerbado a la defensiva que nuestra un desequilibrio psíquico, un desajuste entre las expectaciones y la realidad, la realidad y sus temores. Vive con la idea de que puede llegar a ser ‘naide’. No hay duda de que la mejor manera de unir a los miembros de una sociedad es tener sus necesidades saciadas, su vida asegurada. Y eso vale tanto hoy como ayer, aquí como allí.

*Comentarista político