Opinión | LA CLAVE

El Gran Pogromo

El día que se liberó el campo de extermino de Auschwitz -Birkenau fue elegido por la ONU para recordar a las víctimas del Holocausto, pero cualquier día puede valer para no olvidarlo porque ese genocidio de judíos tiene raíces históricas de las que se nutrió el inmenso pogromo que ensangrentó la conciencia histórica europea. Los nazis no inventaron los pogromos, pues, (la palabra es rusa) sino que los condensaron en la Shoah.

Jan T. Gross, estudioso de los pogromos en Polonia, donde se encontraba Auschwitz, señala que el antisemitismo estaba profundamente arraigado en los prejuicios medievales relacionados con los asesinatos rituales. Gross se refiere a los supuestos rituales de asesinatos de niños cristianos por los judíos y que servían para justificar los pogromos, donde se asaltaban las juderías y se apropiaban de los bienes judíos. (José María Percival data hacia 1171 el primer rapto en Europa de un niño cristiano por judíos el viernes santo para crucificarlo y beber su sangre). En Polonia, poco antes de la llegada de los nazis, había unos tres millones de judíos y el cardenal primado de la Iglesia polaca August Hlond los acusaba de «perversidad moral» y el cura Maximilien Kobe, canonizado por Juan Pablo II en 1983, consideraba que las ciudades estaban infectadas de judíos que pretendían apropiarse del país. Hoy solo quedan 5.000.

Nosotros cantamos la saeta: "Ay, Ay, Pilatos al pueblo judío/hace la presentación/del mejor de los nacidos./Su muerte como un clamor/el pueblo infame ha pedido, ay, ayyy". Llamativo es el pogromo de 1480, recogido, por ejemplo, en El niño inocente de la Guardia por Lope de Vega y otras destacas versiones literarias del supuesto crimen. Bajo tormento de la Inquisición, la confesión de Yucé Franco, natural de Tembleque, pone los pelos de punta y no voy a reproducirla aquí por su crueldad. Aunque el cadáver nunca se encontró, los declarados culpables (la mayoría al parecer judíos conversos) fueron quemados en la hoguera y los bienes que se les confiscaron destinados a financiar la construcción del monasterio de Santo Tomás de Ávila que se terminaría poco antes del Edicto de Granada por el que se ordenaba la expulsión de todos los judíos de España.

Lo terrible del caso es que al final de los 60 coincidí con las fiestas patronales de la ciudad manchega y seguí como curioso turista una comitiva que, portando en la noche cerrada teas encendidas y con el alcalde a la cabeza, iba de puerta en puerta preguntando: «En el nombre de Cristo, ¿hay algún judío en esta casa?». La respuesta del vecino era: «No lo quiera Dios ni Su Santa Madre Iglesia». Quinientos años después seguían a la caza de judíos.

Para la mayoría de los españoles este recuerdo no nos será grato ahora, pero el recordarlo puede servirnos para no tener que volver a lavarnos las manos. ¿O ya hemos olvidado los Judíos, comunistas y masones que amenazaban a España? Nada de eso, ¿verdad? Según información de prensa, el pasado sábado una manifestación se dirigió al cementerio de la Almudena en Madrid para rendir homenaje, con esvásticas y saludos nazis, a los españoles caídos en la División Azul luchando a las órdenes de Hitler. Allí se dijo: «El enemigo siempre va a ser el mismo, aunque con distintas máscaras: el judío». Y se ofreció un oficio religioso. La fiscalía está investigando.

*Comentarista político