Varios de los nuevos edificios, algunos extraordinarios e inmensos como catedrales, donde estacionan los ferrocarriles del AVE, llevan en su frontispicio el nombre de algún ilustre personaje de nuestra nación, célebre, enraizado o natural de la región, o de la provincia, donde aquella se localiza, si no es del paraje donde la misma se ubica; aunque no así en otros casos.

La estación ferroviaria de Córdoba, denominada Central como la anterior de otrora, se estrenó el 9 de septiembre de 1994, sustituyendo a la veterana y obsoleta, de 1859, que pasó a albergar, reconvertida y tras su acondicionamiento, la sede de los servicios locales de RTVA. La moderna, situada en proximidad a la Ronda Oeste de Circunvalación de la capital, dispone de la adecuada infraestructura concernida por los ferrocarriles de Larga y Media Distancia, tanto para líneas convencionales como para los de Alta Velocidad, recibiendo año tras año una ingente cantidad de pasajeros, ya cifrados hace una década en más de 3,3 millones de personas.

Los ejemplos de lo que antes se apunta se producen primeramente en la capital de España, denominándose su estación la de Madrid-Puerta de Atocha; en Barcelona, Sants; en Valencia, Joaquín Sorolla; en Valladolid, Campo Grande; en Palencia, Del Norte; en Zaragoza, Delicias; en Tarragona, Camp de Tarragona; en Cuenca, Fernando Zobel, alma mater del Museo de Arte Abstracto. Y en Andalucía, la de Sevilla, Santa Justa; en Málaga, María Zambrano; y en Antequera, Santa Ana.

Pero no sucede parecido en Córdoba, o quizás no ha sido posible, como si no existieran motivos para bautizar la Estación ferroviaria con uno de los rótulos o de las denominaciones más señeras y acrisoladas de esta cultura, tan andaluza como española y universal. Y ahí se encuentran: Luis de Góngora, Julio Romero, Gonzalo Fernández, El Duque de Rivas, Las Tres Culturas, o Santa Victoria.

* Doctor ingeniero Agrónomo. Ldo. Derecho