Opinión | Campo y ciudad

De la revolución

La reacción popular debería ser contrarrevolucionaria, deteniendo judicialmente a los promotores y adalides que encabezaran la traición

Revolución es sinónimo de giro de 180 grados, de dar completamente la vuelta a algo, material o espiritual, sobre el eje que lo atraviesa. Rotación rotunda de la figura sólida y rodante, por ejemplo, como los cuerpos estelares recorriendo enteramente la órbita por donde circulan. Transformación y cambio rápido y profundo, tal que igualmente alteración y sublevación popular, violenta, según su acepción clásica, y hodierno obsoleta, modificando a la par las estructuras políticas y socioeconómicas concernidas en una comunidad nacional, lo que, per se, no equivale a un movimiento deseable requerido y demandado por la población y en general beneficioso pro ómnibus. No pocas veces se ha sustituido un régimen político y social malo, utilizando la desesperación de los que lo sufren, por otro todavía peor.

Sin embargo, la actual táctica revolucionaria no discurre ni se rige estrictamente a tenor de esas indicadas vertientes de pasado cercano. La mediocridad de sus protagonistas y costaleros, dado que la violencia es onerosa, molesta y desagradable, exige, en cambio, una alteración distinta, técnica, práctica, permanente y constante, con rumbo fijo, trabajada paso a paso, minando mientras tanto el entramado corporativo de la sociedad, como lo efectúa la destructiva carcoma con la madera, poco a poco, y mucho más fácil en aquella que posee un alma dócil, débil y vulnerable, lanuda dirían algunos, hasta conseguir arruinar y destruir toda la obra carpintera. Como plenamente ocurriría con la estructura jurídica, para cobrarse sobre todo la pieza mayor de la Constitución, máxime si es democrática, y subsiguientemente instaurar al término del proceso el establecimiento de la tiranía, autocrática a ser posible.

Si se produjera, dadas las circunstancias, que a veces saludablemente aparecen, la reacción popular debería ser contrarrevolucionaria, absolutamente, deteniendo judicialmente, a tenor de la vigente legislación democrática que aún no se hubiese conseguido destruir, a los promotores y adalides que encabezaran la traición y el asalto constitucional.

*Doctor Ingeniero Agrónomo. Licenciado en Derecho

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