Alborea el año. Una vez más, mi mirada se dirige hacia el misterioso Finis Terrae; concretamente, hacia la Puerta Santa de la catedral, corazón de Compostela y del reino de Galicia que, situada como antesala del cielo en la plaza de los Literatos o de la Quintana, hace unos días, con el derribo ritual por parte del arzobispo de Santiago de su tabique de rasilla (con tres golpes propinados por un martillo de plata), abrió el umbral al Año Jubilar Compostelano. Este se celebra con una cadencia de 6, 5, 6 y 11 años, en aquellos en que la festividad del martirio del Apóstol cae en domingo. Un tapial que no se sellará en 2021 sino que, por una concesión del papa Francisco por la pandemia de coronavirus, cuando finalice 2022, volverá a cerrarse hasta el siguiente jacobeo. Entrada absidal de la seo, es llamada también «Puerta de los Veintisiete Sabios» o «del Perdón», pues quien entra por ella recibe la absolución de todos sus pecados; eso sí, siempre que cumpla con el requisito penitencial impuesto por la Iglesia: haber realizado el Camino a pie, en bicicleta o a caballo. El jubileo, por su parte, acaece 14 veces por siglo, y regala una vez al día la gracia de la indulgencia plenaria o de remisión de la pena temporal por las culpas cometidas por uno mismo o por nuestros fieles difuntos; se otorga a quienes visitaren cualquier día del año la catedral, rezaren una oración (mejor un Padrenuestro o el Credo) pidiendo por las intenciones del Santo Padre y, cómo no, a cuantos acudan a la Santa Misa, tras recibir los sacramentos de la penitencia y de la comunión en los quince días anteriores o posteriores a la visita ante la tumba del Apóstol.

Esta Puerta Santa fue dedicada a san Paio, el eremita que encontró los restos de Santiago, y cuyo monasterio de enrejados lienzos, situado enfrente de la misma, fue fundado por deseo expreso de Alfonso II el Casto en el año 813, y habitado en su día por fornidos benedictinos encargados de defender el sepulcro. Se trata esta de una de las siete entradas menores de la catedral: sobre ella destacan las figuras de Santiago el Mayor junto a sus discípulos Teodoro y Atanasio. A ambos lados del pórtico se ubican las 24 estatuas sedentes de apóstoles, patriarcas y profetas, ordenadas en cuatro calles de tres cuerpos a cada uno de los lados, todas ellas procedentes del coro románico construido por el maestro Mateo, autor del Pórtico de la Gloria. Sin embargo, la abertura utilizada actualmente por los peregrinos para acceder al templo no es la original, orientada hacia el este, y que simbolizaba el final de la peregrinación y la entrada redentora a una vida nueva. Al construirse la capilla del Salvador, la entrada perdió su icónica función, al ser desviada varios grados a la derecha. A través de la actual, que data del año 2004 y que fue realizada en bronce por el escultor local Suso León, se puede acceder a un pequeño patio, en el que se halla la construcción original por la que se entra a la girola del ábside de la seo, muy cerca del sepulcro del Apóstol.

El primer Año jubilar fue establecido en el siglo XII, en 1122 y para cuatro años después, es decir, para 1126, por el Papa Calixto II (1118-1124), gran benefactor de la tradición jacobea, quien con anterioridad, y cuando aún era tan solo arzobispo de Vienne (Francia), había peregrinado hasta allí con la finalidad de rezar ante la tumba santa. En 1122, y coincidiendo con la colocación de la última sinfonía pétrea de la seo, el pontífice otorgó un privilegio en la bula Omnipotentis Dispositionis, siempre que la festividad del Apóstol cayera en domingo, para que así Compostela pudiera ganar las mismas gracias que ya se venían otorgando a Roma en los respectivos años jubilares. Una prerrogativa que durante varios pontificados fue confirmada por diversos Papas, hasta que finalmente Alejandro III, en su bula Regis Aeterni, fechada en la festividad de Santiago el Mayor de 1178, declaró como perpetua, equiparando dicho privilegio con los existentes para las poblaciones de Roma y de Jerusalén, lo que en el Viejo Continente contribuiría de forma extraordinaria durante el medievo al auge de las peregrinaciones, sobre todo a través del denominado Camino de Santiago. Sin duda, un puente para muchos para alcanzar a Dios y, para otros, un nexo de unión entre culturas diferentes.

La creación del año santo, sin embargo, parece que no se lleva a cabo hasta el jubileo de 1428, o quizás el de 1434, ya en la centuria del cuatrocientos, convocados ambos por el arzobispo del lugar don Lope de Mendoza. No obstante, y como hemos constatado, los peregrinos pudieron obtener indulgencias ya desde tiempos de Calixto II, otorgadas por la Iglesia compostelana en representación del Apóstol, abogado ante el Supremo Juez. La primera ocasión en la que se combinaron actividades religiosas y culturales fue durante el Año Jacobeo de 1993, año en el que, por cierto, el Camino Francés fue declarado Patrimonio de la Humanidad.

* Catedrático