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Opinión | Cielo abierto

La Guardia Civil

¿Es golpismo señalar que el Gobierno conocía el riesgo de contagio antes del 8-M?

«¿Puede que haya elementos reaccionarios dentro que asuman como propio ese discurso que a veces incluso invita al golpe de Estado, aunque sea a nivel discursivo? Puede. Pero son absoluta minoría y no ponen en riesgo la democracia». Menos mal que son minoría. Ya me quedo tranquilo. Pero Alberto Garzón ha vuelto a deslumbrarnos desde su elocuencia elemental. ¿Puede que el Ministerio de Consumo sea otro gasto inútil con el único fin de premiar su maniobra de fagocitación de IU por Podemos? Puede. ¿Puede que Alberto Garzón sea el ministro más irrelevante, atendiendo a la relación material y directa entre su nombramiento y su incidencia efectiva en la acción del Gobierno? Puede, aunque empataría con Cultura y Deportes. ¿Puede que Alberto Garzón, cuando durante los días más severos del confinamiento, en abril, afirmó «Percibimos en los datos que, al no haber competiciones deportivas, las apuestas vinculadas a este tipo de eventos se han reducido de manera extraordinaria», en lugar de estar compartiendo un hallazgo telemático, estuviera soltando una soplapollez? Puede. Porque si tu única aportación durante la pandemia es afirmar que, a falta de competiciones deportivas, la gente ya no apuesta, eso lo dice todo sobre tu aportación, o la necesidad de tu concurso.

Pero Alberto Garzón no camina solo por este sendero luminoso. Jaume Asens, presidente del grupo parlamentario de Unidas Podemos y líder de ECP, afirma que «Lo más peligroso es la actuación de un grupo de agentes de la Guardia Civil para desestabilizar el Gobierno». No los secesionistas, no las gentes que quemaban Barcelona hace unos meses, no. Lo más peligroso es la Guardia Civil. Garzón, al menos, en su descubrimiento de obviedades, ha sido cuidadoso y se ha quedado en «Puede que». Es como preguntar: ¿Puede que Marlaska aún no haya mentido tantas veces, en sus versiones sobre el cese de Pérez de los Cobos, como Ábalos en el asunto Delcy? Puede que sí, puede que no. Sin pillarte las manos. Por eso hay que reconocer que Asens se ha atrevido a ir más lejos en su acusación. Y si es verdad, adelante. Eso sí: ahora debe probarla. Porque no ha dicho puede que, sino que lo ha afirmado categóricamente. Más allá de ese tango fatal de amor quebrado que bailan estos días Irene Montero, Pablo Iglesias, Espinosa de los Monteros y Rocío de Meer, una matraca es el navajeo político y otra poner en duda, como ha hecho Garzón, o acusar directamente, como ha hecho Asens, a la Guardia Civil.

En un atestado policial remitido a la magistrada Carmen Rodríguez-Redel, titular del Juzgado de Instrucción número 51 de Plaza de Castilla, sobre la información acerca del covid-19 que poseía el Gobierno antes del 8-M, los agentes de la benemérita afirman que el Centro de Coordinación de Alertas Sanitarias tenía «pleno conocimiento de que la tasa de contactos disminuye con la aplicación de medidas de salud pública», como el «aislamiento preventivo» y el «distanciamiento social de hasta dos metros», como publicó la Organización Mundial de la Salud y recomendó la agencia europea. También aseguran que «el Gobierno conocía desde el mes de enero la gravedad real de la epidemia del coronavirus», por las declaraciones del ministro de Ciencia, Pedro Duque. Al mismo tiempo, el jefe de Servicio del Departamento de Riesgos Laborales de la Delegación del Gobierno en Madrid ha declarado ante la Guardia Civil que las manifestaciones del 8-M nunca debieron celebrarse: «Obviamente, al estar concentradas muchas personas y tener contacto entre ellas, aumenta la probabilidad de contagio». ¿Decir esto es golpismo?

No se trata de culpabilizar el 8-M; pero el mayor peligro de mantener la manifestación feminista era tener que permitir las demás concentraciones, multiplicando el riesgo de contagio. Nada de esto suena a golpe de Estado, la verdad. Afortunadamente, en el Gobierno también está Margarita Robles. Preguntada en Onda Cero, ha asegurado que en el tiempo que lleva como ministra de Defensa nunca ha advertido ninguna «deslealtad» de la Guardia Civil hacia el Gobierno, «sino todo lo contrario». Y añade: «Quien quiera insinuar eso no sé con qué razón lo hace, a lo mejor en el marco de la lucha dialéctica, pero yo tengo una tranquilidad absoluta». Por eso espero que el precio que algunos, desde PSOE y Podemos, parecen estar dispuestos a pagar por blanquear a los herederos del terrorismo vasco, no sea enlodar a la Guardia Civil. Sus más de 200 asesinados por ETA, como todo el cuerpo, solamente merecen respeto y gratitud.

* Escritor

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