Hay puntos del planeta donde la verdad no es muy relevante en las relaciones personales, sociales, políticas o lo que sea. No voy a citar países, pues solo me baso en mi propia experiencia, que es limitada, pero he coincidido con otras personas en diversas conversaciones en que una gran dificultad para que los españoles entendamos otras culturas reside en la importancia que le damos a la veracidad de lo que nos cuentan.

Poniendo algún ejemplo tonto, no entendemos que alguien nos diga que va a asistir a nuestra fiesta cuando está clarísimo que no piensa hacerlo, ni que nos asegure que tiene hijos cuando todo el mundo sabe que no es cierto, o que se comprometa a algo que inequívocamente no hará. Preferimos que nos digan la verdad, o que no nos digan nada, pero la mentira (que se utiliza aquí en España igual que en el mundo entero) nos molesta, nos indigna, nos saca de quicio, muy especialmente cuando es innecesaria, pero más todavía cuando nos supone un coste que hubiera sido perfectamente evitable.

En otras culturas, se miente a veces por agradar a la persona con la que se conversa, por no herirla, por no negarse a responder o a facilitar un dato que de ninguna manera se quiere difundir, quizá a alguna pregunta maleducada… Y nosotros, tan mentirosos como cualquiera -e hipócritas como no te cuento- nos sentimos dolidos hasta la médula y rechazamos a los que utilizan esa tirita social como seres que no merecen confianza.

Escribo estas líneas antes de que comparezca en el Congreso el presidente del CIS, José Félix Tezanos, al que se le piden cuentas por esa pregunta que lanzó a los ciudadanos en la penúltima encuesta, ya en plena crisis del coronavirus: “¿Cree usted que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por la redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener libertad total para la difusión de noticias e informaciones?". Ay.

Hoy ha sacado el CIS los resultados de otro sondeo, que podrán ustedes leer en este periódico. ¿Miente el CIS en los porcentajes que ofrece, mienten los ciudadanos encuestados o todo es verdad? ¿Nos propuso el señor Tezanos, con su pregunta de abril, la posibilidad de ejercer la censura por el bien común? De mentiras estamos hasta las orejas, pero la posibilidad de que alguien decida lo que se difunde o no produce escalofríos. Sí, estamos rodeados de bulos, y cada vez nos creemos menos cosas de las que unos y otros cuentan acerca de la pandemia, pero una sociedad que no sea capaz de bregar con sus propias mentiras es una sociedad infantil. Ya bastante deprime este mundo radicalizado de mensajes simples que nos rodea. Faltaría que alguien se invistiera del poder de seleccionarlos. Así que denme bulos, aunque me enfade, que ya soy mayorcita.