Las revoluciones liberales de 1820 en España, Nápoles, Piamonte, Estados Pontificios y Portugal sorprendieron a las potencias legitimistas del momento. Por vez primera Ejército y burguesía se imponen a la Corona. España y su Constitución de 1812 se convierten en modelo para los revolucionarios europeos. En nuestro país se llevaron a la práctica durante el trienio liberal las medidas emanadas de las Cortes de Cádiz. Aún no se había producido la capitulación real en nuestro país cuando en Europa ya se estudiaba cómo combatir tales avances. El Congreso de Troppau reconoció el derecho a intervenir en un Estado donde se hubiera establecido un régimen que modificara al considerado legítimo. El Congreso de Verona confió a Francia la intervención en España para librar a Fernando VII de la tutela de las Cortes, así como de los gabinetes liberales establecidos, siempre que en nuestro país no hubiera un gobierno semejante al del absolutismo francés.

A comienzos de 1820 se proclama en Cabezas de San Juan (Sevilla) la Constitución de 1812 por parte de Rafael del Riego, quien mandaba el batallón de Asturias, acantonado junto a otros más en Andalucía para dirigirse a sofocar una rebelión en América. Inmediatamente marchó sobre Arcos, donde los miembros del cuartel general fueron reducidos y encarcelados. Con un día de retraso, Quiroga inicia el asalto a Cádiz, fracasando en el intento de formación de un gobierno provisional, lo que dio lugar a que las fuerzas rebeldes y las leales al rey eludieran los combates ante la indiferencia del pueblo. Destacamentos de La Coruña, Oviedo, Murcia, Barcelona, Pamplona o Zaragoza, que colaboraron al éxito del levantamiento andaluz, obligaron a Fernando VII a convocar Cortes y aceptar la Constitución de 1812, que acabaría jurando el 7 de marzo de ese año, mientras aceptaba que, en tanto se reuniesen los parlamentarios, sería una Junta Provisional consultiva, coexistente con el gobierno provisional, la que determinaría la orientación del movimiento triunfante, derogándose los privilegios estamentales que habían vuelto a restaurarse.

Restablecidas las libertades a partir del comienzo de las sesiones de las Cortes de 1820, se daba así comienzo a una nueva cogestión del poder entre monarca y parlamento, dado que durante los años que duró la guerra aquellas habían tutelado las sucesivas regencias. Ahora, y ante un rey que usó la Constitución para frenar las reformas, los liberales se dividirían en dos grupos que dieron origen a los primeros partidos. Los moderados, identificados como doceañistas, eran partidarios de mantener la constitución de Cádiz, inclinándose por una solución transaccional, cuya permanencia estaría garantizada por la participación de la Corona en el proceso reformista; los veinteañistas, más exaltados, preferían limitar al monarca a las funciones ejecutivas en un nuevo texto constitucional que recortase sus prerrogativas. Las diferencias pronto se manifestaron en el parlamento y en la calle, plasmándose en gobiernos débiles que impidieron la penetración del liberalismo en España; mientras, los realistas no dejaban de conspirar para dar término al nuevo régimen de libertades. De hecho, en la Seo de Urgell se estableció una regencia, al considerar que el rey había sido secuestrado por los partidos. En los dos primeros años del trienio, los moderados se mantuvieron en el poder, rechazando el empleo del Ejército para una actuación más radical.

Muchas de las reformas que se hicieron quedaron inconclusas y, partir de 1821, los gabinetes moderados de Bardají y Martínez de la Rosa fueron combatidos por los propios exaltados, quienes les negaron incluso su carácter representativo. Mientras, se organizaron partidas de realistas con el intento de acabar por las armas con el régimen constitucional; la Guardia Real realizó desde el Pardo un asalto contra las Cortes que, en julio de 1822, fue rechazada por la milicia nacional. Tras estos acontecimientos, la regencia de Urgell buscó refugio al norte de los Pirineos, revelándose insuficiente para modificar la situación: su esperanza habría de llegar por intervención extranjera. La Santa Alianza que agrupaba a las potencias absolutistas (Francia, Austria, Prusia y Rusia) así lo decidieron. Los franceses lanzaron sobre España a sus Cien Mil Hijos de San Luis, quienes fueron precedidos por el ejército de la fe, formado por las partidas realistas que se habían refugiado en suelo galo. La invasión no halló resistencia, y las Cortes con el rey se retiraron a Sevilla y Cádiz, con la esperanza de renovar la situación que hubo durante la anterior guerra. Más tarde, el monarca, el 1 de octubre de 1823, derogaría la actuación del gobierno constitucional vigente desde el 7 de marzo de 1820 y aboliría la Constitución, dando comienzo a la Década Ominosa, período que, entre 1823 y 1833, restableció el absolutismo en España.

* Catedrático