Antes de abrir la sesión constitutiva de las Cortes, el diputado socialista Zamarrón expresó su deseo de que todo transcurriera con normalidad, dado el profundo respeto que siente por los representados. Este médico burgalés, de 73 años, fue todo un descubrimiento cuando en el inicio de la anterior legislatura dio una lección de servicio público y buenas maneras políticas en medio de la jauría parlamentaria.

El martes, después del sainete que nos regalaron sus señorías, Zamarrón expresaba su decepción y su enfado con mucha pedagogía. Todo el mundo en el Congreso, ujieres, administrativos, personal de limpieza, sanitarios, etc., son de una educación exquisita, pero, amigo, entras en el hemiciclo y aquello es el reino de la grosería, vino a decir. De la grosería y de la indignidad institucional, añado yo.

La diputada más joven (50 años menos que Zamarrón y de ERC) se saltó las normas al abrir la lista de los presentes citando los nombres de los independentistas presos por sedición. Poco antes, en su carrera por coger sitio, diputados de Vox y Cs habían llegado a las manos. Después se visualizó un bochornoso tejemaneje de sobres para hacerse con los sillones de la Mesa, los mejor pagados y los más privilegiados. Y siguió la jura o promesa, y también el descojone, de la Constitución. Es curioso que se acordaran hasta del planeta y nadie tuviera una palabra de alivio para los 20.000 nuevos parados y los 50.000 empleos destruidos en noviembre.

La degradación política que vimos el martes en el Parlamento español ofrece mal augurio porque todo este fangal se dio por bueno. Hasta se admitió que el portavoz de Vox utilizara el masculino para dirigirse a la presidenta el Senado. Por cierto, ¿cómo le sentaría a Macarena Olona que la señalaran como el «diputado» de Vox?

* Periodista