Con la capacidad de recordar nuestra niñez podemos llegar a conclusiones probablemente acertadas. Ya, entonces, se iba dibujando en la mujer o el hombre que hemos llegado a ser o encarnarnos: dos grupos o pocos más si tenemos bastante para conformarnos en breve clasificación. Sencilla para evitar enredos y que entendamos todos. Somos tan diferentes como los colores de nuestra piel o pelo. Los hay morenos, castaños, rubios y solo algunos, pocos, pelirrojos. Por el carácter y comportamiento con los semejantes: generosos, egoístas, tibios, malditos que solo piensan en sacar su propio futuro y de los suyos adelante. ¿Por qué los políticos han de ser diferentes? Dividirse o distribuirse en grupos y subgrupos hasta que no queda posibilidad de una mayoría lógica que empuje para el mismo lugar, en una misma dirección o el bienestar de los ciudadanos como objetivo de una real y madura democracia.

Nacemos en circunstancias parecidas, pese a la distinta altura de nuestras cunas, con dolor, entusiasmos e incertidumbres. La vida es algo nuevo para el que nace, pero el tiempo la aumenta y se observan muchos inevitables que van orientando por cunas o ambientes hasta marcar claros indicios para el agrupamiento. De aquellos niños limpios surgieron, poco a poco, las ideologías inevitables pero lógicas: altruistas, héroes, egoístas, santos... Crueles o que solo miraban lo suyo sin pensar en que todos tenemos derecho a salir adelante. Fue evidente la inclinación ideológica por sus entornos y conductas, quizá, solo quizá, por una casi forzosa herencia familiar. De padres conservadores, hijos revolucionarios o comunistas. Pero a lo sumo, media docena de claras tendencias para agrupar en esos seis partidos. No todas las personas y particularmente representadas en millones de siglas y, algo menos de parlamentos. Exigimos, escribimos en las redes, creemos que estamos considerados al marcar las ideas entre millones de opiniones, pero es imposible o excepcional que lo nuestro trascienda, que nos veamos representados en la buena marcha de la sociedad, que lleguemos a influir. Nuestra cooperación es más modesta, como la raza, la personalidad o capacidad. Los millones por lógica y hasta humildad, tienen que reducirse. Somos miembros de cuatro colores o razas, de otras tantas capacidades. Y tenemos que seguir caminando con holgura, respeto y sosiego, agrupados en partidos escasos o mayorías limitadas de criterios concurrentes pese a ser dispares entre sí, donde todos nos veamos representados. Así evitaremos que el destino de todos dependa de un leve desequilibrio numérico. Demasiados representantes para unas cuantas ideas positivas. Demasiadas voces para una sociedad que necesita seguir y protegerse. Ideas que, siempre, siempre, empujen para lograr el paso por esta vida y único planeta que tenemos. No me busquen apoyos en deidades, milagros y patrañas, porque este mundo y esta vida es lo que de verdad poseemos. Es lo evidente.

* Profesor