Sostienen sus impulsores que es un proyecto provisional, pero ha costado casi un millón de euros. Vivirán hasta 12 familias expulsadas en sendos desalojos. Estarán allí hasta que se les otorgue una vivienda social definitiva, cinco años como máximo, y tendrán hasta su huerto urbano en la azotea. La solución que Barcelona le ha dado a estas personas con emergencia habitacional (le llaman eufemísticamente a los que no tienen ni para vivir dignamente) es meterlos en cuatro plantas de barracones --ni siquiera tendrán calles donde compartir juegos portátiles como en las Margaritas de los 60-- hechos con contenedores de mercancías desechados. Algunos de sus defensores lo tacharon en su día de inmoral e indigno. Cosas de la posverdad.