Síguenos en redes sociales:

La razón manda

Carmelo Casaño

Al filo de la navaja

El fracaso de la investidura responde a una mala gestión en el fondo y en la forma de negociar

Si, según el adagio, el mal de muchos no fuera consuelo de tontos, lo primero que diríamos al glosar la fallida investidura de Sánchez, es que, también, el París de Macron y los chalecos amarillos está que arde; que los USA, faro del primer mundo, han caído en manos de un ricachón gaznápiro; que la secular democracia del Reino Unido está cada día más desunida por el brexit de los demonios; que la bella Italia vive en un caos político permanente; etc.

Pero no; no vamos a caer en la tentación de cubrir los desastres propios con las calamidades ajenas.

Lo sucedido aquí en la fracasada investidura puede ser la consecuencia de varios motivos entrelazados. Verbigracia: una mala gestión en el fondo y en la forma de negociar; la prepotencia que se reavivó tras ganar ampliamente las elecciones duplicando los escaños obtenidos por el segundo y el tercer partido; tomar conciencia de ser la única posibilidad viable para que hubiera gobierno; la coletuda soberbia jacobina de quien sabe que su vida pública está dando las boqueadas y, tal que los dictadores, quiere morir matando después del diluvio...

En nuestra pequeña opinión los motivos trascritos son el taparrabos de la única causa: la incompatibilidad entre Sánchez e Iglesias, fundamentada por la aversión que este último profesa, en línea con el maestro Anguita, a la monarquía y al partido socialista. Con tal premisa pueden intentar coaliciones, pero siempre fracasarán al faltar lo que en derecho romano entendían indispensable para que prosperase una sociedad, aunque solo fuera de intereses: el afectus societatis.

Lo sobredicho era sabido por las lumbreras de PP y Ciudadanos que andan deseando unas nuevas elecciones si hacen percibir al electorado que la culpa es de Sánchez, pues son patriotas aferrados al principio reaccionario de «cuanto peor, mejor». Ambos partidos, si querían evitar un gobierno taraceado con populistas y soberanistas lo tenían sencillo: bastaba abstenerse sin contraer compromisos. Mas han preferido, llevados por su patriotismo, ponernos al filo de la navaja, pensando que sacarán provecho de la lamentable situación.

En esta incertidumbre Ciudadanos resulta la gran decepción. La prueba es que a diario abandonan el joven partido sus mejores miembros al ver, estupefactos, la deriva de lo que consideraban un auténtico centro liberal. Es probable que los electores, si hay comicios otoñales -toquemos madera-, le pasarán factura a su abracadabrante manera de hacer política -jurando que jamás harán lo que hacen todos los días-, desde que en Andalucía pactaron con los neofranquistas de Vox

Precisamente por eso; no debemos olvidar que los dirigentes de Vox, al ser neofranquistas acreditados, se diferencian de nuestra extrema izquierda y de la ultra derecha existente en Europa, la cual nunca jalea a los dictadores, como aquí hace Vox con el invicto caudillo de Cuelgamuros y el fundador de Falange. Para reforzar esta realidad basta fijarse en la Alemania de la señora Merkel que el pasado día 20 homenajeó, como hace anualmente, a los militares que fueron ahorcados, sustituyendo la soga tradicional por gruesos alambres, tras fallar el atentado que planearon contra Hitler, ese desequilibrado genocida que fue la ayuda necesaria de Franco en la guerra del 36.

Entre tanto, la reacción trilliza pone en el cielo su grito fariseo, resucita el espantajo del «frente popular», y se prepara para reconquistar la Moncloa, tal vez electoralmente agrupada. Lo que sería una manera sucia, pringosa de practicar la política, pues no otro calificativo merece haber estado, desde abril, imposibilitando la gobernabilidad y pregonando sin parar: «No nos abstendremos en la investidura de Sánchez porque sería desastroso para España una coalición con populistas y soberanistas. Lo que debe hacer el PSOE es negociar, prescindiendo de nosotros, con Podemos y los restantes miembros de ‘la banda’ los pactos que necesita para conseguir la Presidencia del Ejecutivo». Unas frases literales -por favor, léanlas de nuevo-, cuya contradictoria discordancia huele a desfachatez porque nadie ignora que el fracaso de la investidura se ha debido a no querer suscribir los referidos pactos en un país invariablemente maniqueo, donde hacerlos con la ultra derecha filofranquista es la opción de los buenos e intentarlos con la extrema izquierda la disyuntiva de los malos.

* Escritor

Pulsa para ver más contenido para ti