Hablar de Julio Merino será siempre hablar de ese «periodismo en vena», intenso y profundo, que lleva a flor de piel en todo momento y en todo lugar. Mi admiración por Julio se remonta a la década de los 70, cuando Córdoba comenzaba a leerle y a escucharle, con su obra dedicada a Séneca, y en estos últimos años, en los que Julio ha unido su vocación periodística a su vocación de historiador, adentrándose en los grandes personajes, primero de Córdoba, y después, de España. Su último libro, Los grandes personajes de la España del siglo XX, dedicado a Paco Luis Córdoba, director de nuestro periódico, con amistad y agradecimiento, por haberle dado cabida a esta serie, despierta la atención no solo por su grandeza tipográfica, por su alto diseño y confección, sino porque es una obra entrañablemente histórica, periodística y terriblemente humana. Julio ha sido siempre un «adelantado» de las noticias de su tiempo que ha oteado desde la atalaya de sus poderes informativos y ha plasmado con erudición y precisión en esa avenida multicolor de novelas históricas y de historias noveladas. El querido compañero Rafael Aranda le califica como «hacedor de inmortales», en un espléndido A manera de prólogo, de esta obra. Acierta plenamente. Junto a esos «grandes personajes» de la España del siglo XX, Julio ha puesto su pluma y su corazón, «informándonos» no solo de sus datos biográficos, sino de sus entresijos anecdóticos, de sus pasos más «perdidos», de sus grandes lecciones y hasta de sus «fracasos, derrotas y fallos personales», para que pasemos de la admiración a la crítica, si es preciso, en una transición literaria, que el periodista sabe unir admirablemente a la historia. ¡Qué gran libro nos ha ofrecido Julio Merino! Toda una obra, transplantada desde las páginas de CÓRDOBA, al estrado de un tomo «grande y hermoso», en el que nada se ha escatimado. Agradecemos de corazón al compañero y amigo periodista, no solo su libro sino su aventura de escudriñar en los personajes de nuestra historia, para que aprendamos, de una vez, a conocernos y a comprendernos, sin condenas cainitas, como las que estamos presenciando, desgraciadamente, cada jornada.

* Sacerdote y periodista