En una decisión sin precedentes en España, el Ayuntamiento de Madrid ha decidido prohibir hoy el acceso al centro de la capital de la mitad de los coches ante los preocupantes índices de contaminación detectados. Solo podrán circular por el centro vehículos cuya matrícula acabe en cifra impar, a excepción de los de cero emisiones, híbridos, motos o los de personas con movilidad reducida, alta ocupación (tres o más ocupantes) o de servicios especiales. No hay duda de que se trata del plan antipolución más contundente que se ha activado hasta la fecha en una gran ciudad española. Madrid alinea así su estrategia con la de otras superpobladas ciudades europeas que hace tiempo que aplican medidas de dura restricción. Es hora de que las medidas antipolución se asienten y dejen de tener carácter de urgencia ante un episodio concreto de excesivos malos humos. Quizá ahora no se puede hacer otra cosa, pero el reto debe ser más ambicioso y global. No basta con prohibir el tráfico según soplen los vientos del anticiclón, sino que se deben emprender planes que incluyan infraestructuras eficaces como los aparcamientos disuasorios en los extrarradios, y sobre todo una mayor inversión en el transporte público para que los conductores tengan razones suficientes para dejar el coche en casa. No es suficiente prohibir. Se trata de organizarse para que el derecho a usar el automóvil no atente contra el derecho a la salud.H