Después de fijarme mucho en los comportamientos humanos, llego a la conclusión de que la independencia es un gran valor a todos los niveles y en todas las circunstancias. La independencia es la facultad por la cual se puede actuar con el criterio o la conciencia propia sin interferencias de otros motivos inconfesables, menos elevados en el orden ontológico que los motivos que externamente se presentan como causa de la propia actuación.

Vamos a concretar todo esto. Digamos que el amor al bien común puede presentarse como un valor excelso ante el cual la simple cobertura de las necesidades básicas de comer, dormir, habitar bajo un techo, etc, aparecen como algo necesario pero de un nivel heroico inferior.

Claro que, se pueden comer bocadillos de pan o... angulas; se puede dormir en un vulgar catre o... en una de dos por dos y con dosel; se puede vivir en una VPO de 70 metros cuadrados útiles o... en una vivienda de lujo asiático con parcela de varias hectáreas y personal de servicio.

Hay una idea obvia y es que el dinero lo compra todo. Todo es reducible a dinero, todo es valorable económicamente, todo lujo, grande o pequeño, se puede comprar con dinero.

Concretemos más: todo político en este país lucha por una sola cosa: estar en el cargo los cuatro años de la legislatura, ya sea concejal, diputado provincial, parlamentario autonómico, senador o diputado. Y cuando se le acaban los cuatro años, busca denodadamente repetir en las listas ¿por qué? ¿Por un irrefrenable amor al pueblo? No; porque detrás de esos cuatro años de legislatura hay un sueldazo y los aledaños del mismo, así como un poder que puede canjearse o reportar dinero en último témino.

¿Y la independencia?

Bueno, eso vamos a dejarlo, que primum vivere, deinde philosophare.

Qué razón tenía hace años Alfonso Guerra al decir que quien se mueva no sale en la foto. Podemos pensar en la política, en tantos soplapollas cogidos por los güevos que no se atreven a pronunciar una sola frase que huela a propia libertad. De acuerdo en que tienen que comer, pero también se puede comer trabajando dignamente de albañil, de oficinista o de abogado, por ejemplo, en vez de hacerlo a costa de vivir amordazado desde un cargo, llevando a cabo unas actuaciones en las que interiormente no se cree.

Esta situación no solo se da en la política, sino en todo tipo de organizaciones humanas, ya sea un club deportivo, una comunidad de vecinos, una institución educativa, una grande o pequeña empresa e incluso instituciones de tipo religioso.

Me dijo hace tiempo un sacerdote que en determinada diócesis muchos sacerdotes están en contra de muchas actuaciones de su obispo, pero ahí nadie opina porque a fin de mes, aunque sea exigua, todos los sacerdotes cobran la paga que les corresponde de acuerdo con el modo ordinario de mantener al clero. En una palabra, que los curas de esa diócesis también están cogidos por los güevos. Y mucho me huelo que los de todas.

Es muy duro que el dinero impida a tantos opinar, cuando la libertad de opinión debería ser universal. Es muy duro que haya que elegir entre opinar o morir en gran parte de los ámbitos de la vida porque quienes están arriba no aceptan la posibilidad de que quienes están más abajo disientan. Nos podrá parecer surrealista que el presidente de Corea del Norte tenga cogido por los güevos a todo un país, pero no es tan difícil: Él coge por los güevos a los inmediatos inferiores; estos hacen lo mismo con los del siguiente nivel inferior, los cuales hacen lo propio con los siguientes. Y así hasta tener cogido por los güevos a todo el país, haciendo del mismo una enorme secta.

Lo característico de una secta es la prevalencia del grupo sobre la persona y la imposición piramidal de un modo de pensar a todo el colectivo, de modo que las personas individuales quedan cogidas por los güevos en la medida en que eran unos inútiles al entrar en la secta o su vida en la secta les ha hecho inútiles, incapaces de una mínima independencia económica que les posibilitara esa otra independencia de criterio o de opinión, manifestación de su libertad.

Qué importante es la independencia económica para que las personas actúen con libertad, con un mínimo de humanidad. No hay nada más aberrante que esa sutil y desapercibida tortura sobre la conciencia de los demás que hace que las personas dejen automáticamente de serlo pasando a ser unos peleles con apariencia de convicción.

* Arquitecto