La irrupción de nuevos partidos en la oferta electoral rompiendo el cuasi duopolio bipartidista clásico PSOE/PP ha desatado todo tipo de especulaciones sobre el futuro, puede ser el fin del bipartidismo o de uno nuevo liderado por las nuevas formaciones Ciudadanos y Podemos.

Una sociedad puede elegir unos «gestores» que ejecuten los intereses comunes, es el denominado «gobierno de independientes». Pero se hace imposible cuando existen profundos conflictos y hay que optar. En una dictadura se impone el más fuerte, en una democracia el voto decide.

La votación es un sistema ineficiente por varias razones, el voto no es directo por inoperativo, sino indirecto representativo y en el camino entre representante y representado se corrompen las preferencias, plasmado en el «no nos representan». En los partidos políticos el sistema de avales y censos o los delegados --compromisarios que eligen al líder-- no asegura que éste represente fielmente los escasos militantes, las listas de los parlamentarios como meros peones del líder no asegura las preferencias de los que les votan. La unanimidad en las votaciones es imposible y los ganadores quitan derechos a los perdedores y les imponen obligaciones, todo un sacrificio. La mayoría simple sería más fácil para conseguir un gobierno rápido, pero es preferible la mayoría absoluta para minimizar los costes de los perdedores mediante un pacto con el partido ganador si éste no la alcanzó en solitario.

Todo este recorrido adolece de graves y adicionales ineficiencias, primero porque la votación no es racional y lo más importante, porque los partidos no saben lo que los votantes quieren ni estos lo que realmente van a hacer los partidos por ellos. Para vencer esta ignorancia surgen los fichajes estrella, votando a un ídolo social las personas se identifican con sus valores sin más y surgen las ideologías como algo difuso a lo que se aferran votantes identificándose con la que creen les beneficiará más, evitando conocer los tediosos programas que nunca se cumplen.

Las ideologías se ordenan de derecha a izquierda marcando diferencias cada vez menores, pero sin mezclarse porque de hacerlo al confundir al votante provocan la abstención, «para qué votar si todos son iguales».

En este camino están todos los partidos nuevos y viejos, el voto se mueve de un extremo a otro pero, la mayoría ansiada de votantes se demuestra que está en el centro, motivo por el que todos huyen de los extremos; el PP moderando su discurso, C´s pactando a derecha e izquierda, el Psoe equilibrando su izquierda y Unidos Podemos reivindicándose la nueva socialdemocracia.

Todos buscan el «votante mediano» que ya hace casi un siglo definiera Downs como el más abundante al que tratar de seducir. El votante mediano decide votando o absteniéndose quien gobernará. Es el centro que se acuñó en la transición española plasmada en la canción de Jarcha como esa «gente que solo quiere vivir su vida sin más mentira y en paz». Pero convencerlo requiere campañas, infraestructura, medios de comunicación, mucho dinero, así surgen dos corruptelas, el cohecho y la burbuja burocrárica. Cuanto más dinero, más fácil ganar, la financiación ilegal aparece, dinero a cambio de favores cuando se gobierne. Mediante la burocracia inútil se contenta a los que ayudan al partido, se crean y se mantienen cargos y organismos de dudosa utilidad para mantener las cohortes de parásitos que anidan en todos las formaciones políticas. Todo un despilfarro.

Entender las debilidades del sistema, atajar la corrupción, la falta de representación es el reto histórico, el tiempo dirá si estamos en el camino hacia un nuevo bipartidismo o no en esa lucha sin cuartel de todos por el votante mediano.

* Inspector de Hacienda del Estado.