Las elevadas tasas de diagnósticos relacionados con los trastornos bipolares (estado de ánimo anormal y persistentemente elevado, junto con otros síntomas) deberían llevar a plantearnos si, desde el sistema sanitario, se le está dando la respuesta adecuada a los pacientes que los padecen. Las cifras señaladas en un estudio de la Organización Mundial de la Salud estiman una prevalencia del 2,4%, en las distintas vertientes del trastorno, a lo largo de la vida, si bien otros autores consideran que esta puede ser menor, y que las diferencias encontradas entre los distintos estudios podrían estar causadas por los criterios diagnósticos utilizados. No obstante, existen dudas acerca de las causas del alarmante aumento en la prevalencia de este trastorno. Algunos autores, como Ghaemi, atribuyen que este aumento en la prevalencia del trastorno indica que algo no se está haciendo bien, y una de las cosas que señalan es el uso a largo plazo de antidepresivos basados en la inhibición de la recaptación de serotonina, entre otras cosas, debido a los cambios en la rapidez del ciclado que inducen este tipo de fármacos y el escaso soporte empírico de la eficacia de los antidepresivos en el tratamiento de la depresión bipolar y como estabilizador del estado de ánimo; esto no quiere decir que no haya que usar este tipo de fármacos, sino que habría que modificar la frecuencia y duración de su uso por parte del paciente. Así, ese mismo autor sostiene que el uso de estos fármacos debería hacerse durante un corto periodo de tiempo y en una minoría de pacientes, sobre todo mientras no haya más investigación que dilucide las consecuencias a largo plazo de su uso, pero que todo parece indicar, como señala G. Fava, que podría ser perjudicial. El litio es otro de los fármacos recomendados para su uso en bipolaridad por G. Jufe, no obstante investigadores como Baldessarini señalan que el abandono del litio por parte de los pacientes bipolares termina disminuyendo el tiempo entre episodios maníacos respecto a los que ni siquiera habían iniciado el tratamiento o seguían un curso natural del trastorno sin recurrir a tratamiento farmacológico, en palabras de J. Moncrieff "los pacientes que habían sido tratados con litio acababan peor que si no hubiesen tenido nunca un tratamiento farmacológico". No solo lo anterior, sino que los que seguían con el litio, al cabo de 4,5 años, tenían pobres resultados según los datos aportados por Goldberg. Otro de los grupos de fármacos utilizados en el tratamiento de la bipolaridad ha sido el de los antipsicóticos, señalando su utilidad Hirschfeld o Keck. No obstante, una revisión llevada a cabo por el grupo de Szmulewicz sobre los efectos secundarios de este grupo de fármacos, tanto de primera como de segunda generación, en población clínica y en voluntarios sanos, mostraron lo que se ha denominado síndrome inducido por neurolépticos. Dicho síndrome consiste en la aparición de apatía, desapego emocional, disforia, pérdida de iniciativa y creatividad. Más ligado a los antipsicóticos de segunda generación, particularmente, a la clozapina, distintos estudios mencionados en la revisión citada, tanto de corte retrospectivo como prospectivo, ponen de manifiesto la relación causal entre el uso de este antipsicótico y los trastornos obsesivo compulsivos. No es de extrañar que C. Zarate, afirmara que los antipsicóticos pueden tener un impacto negativo en el curso de la enfermedad. El último grupo de fármacos utilizados en bipolaridad al que nos vamos a referir es el de los antiepilépticos, recomendado por Chengappa o Evins, no obstante, son algunos de sus efectos secundarios relacionados con funciones ejecutivas y memoria como en el caso del topiramato y citado por varios grupos, como por ejemplo el de Baeta, los que podrían plantear serías dudas si pensamos en una recuperación funcional de los pacientes bipolares. Y es en este sentido, funcional, en el que se debería replantear un abordaje del tratamiento de los trastornos bipolares que incluyera los aspectos neuropsicológicos y sociales, abandonados en la práctica clínica ya que nos encontramos, siguiendo los datos aportados por Baldessarini, que en la era prefarmacológica el 85% de los pacientes bipolares recuperaban el funcionamiento premórbido completamente y eran capaces de reintegrarse a su puesto de trabajo, en nuestros días, solo un 33% de los pacientes logran una recuperación social y funcional similar a la que presentaban antes del diagnóstico de trastorno bipolar.

* Psicólogo Clínico. Doctorando Universidad de Almería