No se trata de ningún eufemismo, ni de alguna broma cínica y macabra. Hoy se celebra el Día Internacional de los Derechos Humanos . Hicieron falta dos Grandes Guerras y millones de muertos para que pudiéramos proclamar "que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana". Fue el presidente de EEUU F. D. Roosevelt quién definió cuatro libertades básicas como derechos inalienables de todas las personas: la libertad de expresión, la libertad de culto, la libertad para vivir sin miseria y la libertad para vivir sin temor. En las Naciones Unidas, su esposa, Eleanor Roosevelt, unió sus fuerzas con defensores de los derechos humanos de todo el mundo para consagrar esas libertades en la Declaración Universal de Derechos Humanos que se aprobó, tal día como hoy, en París en 1948. Frente a las dictaduras y a los fundamentalismos culturales, económicos y religiosos, la libertad sigue siendo el mejor antídoto y la mejor respuesta a la crisis y el caos. Como nos recuerda Ban Ki-Moon, secretario general de Naciones Unidas, ante las enormes atrocidades y abusos que se están cometiendo en todo el mundo, el Día de los Derechos Humanos debería impulsar una acción mundial más concertada para promover los principios atemporales que colectivamente hemos prometido cumplir. Debemos permanecer igual de beligerantes que entonces, pues grandes amenazas acechan la paz y la estabilidad del mundo y las cuatro libertades básicas de las que derivan aquéllas. Este año Naciones Unidas, bajo el lema Nuestros derechos, nuestras libertades, siempre nos recuerda que estamos también en la antesala de los 50 años de la aprobación de los Pactos Internacionales de Derechos Civiles y Políticos, Económicos, Culturales y Sociales, suscritos hoy por 168 estados que, junto a la Declaración, forman la Carta Internacional de Derechos Humanos, jurídicamente vinculante.

La lucha no cesa. Toda desigualdad es demasiada en sí misma. Y hay mucha. Los derechos se proclamaron hace varias décadas, pero se conquistan en cada amanecer, en cada recodo del camino, con cada latido que nace a la vida, en cada historia de generosidad y superación. Con cada denuncia ante la segregación. También los dirigentes deben mantener ese impulso y ser demandado por la sociedad. En septiembre pasado se aprobó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible con el objetivo de poner fin a la pobreza. La lucha contra el cambio climático asentada en la Cumbre de París es otro compromiso adquirido. Los derechos humanos no son un lujo, sino una apuesta ética y justa. Esperemos que la responsabilidad con los mismos no pase de largo ni en esta campaña electoral ni en la legislatura a la que abre camino aquella.

*Abogado