Opinión

EMMA Riverola

Inocente

Un niño de 6 años infectado con difteria luchaba ayer por su vida. Sus padres no le habían vacunado, quizá siguiendo un movimiento que sataniza a las farmacéuticas y niega la necesidad de las vacunas. Es cierto que hay casos comprobados de abusos de las farmacéuticas. En más de una ocasión han modulado la opinión pública para presionar a los gobiernos creando más necesidad que la real. Basta recordar la nefasta gestión de la gripe A, en la que Sanidad compró 13,5 millones de dosis innecesarias. O algunos experimentos desalmados. Pero los abusos de algunos no pueden negar las evidencias científicas ni el gran avance que las vacunas han supuesto para la humanidad. Mientras el tercer mundo lucha por poder vacunar a todos sus niños, el 3% de padres españoles niegan a sus hijos el plan de vacunación. Según la ley, están en su derecho. Según la lógica de la vida y la protección, es una aberración. Al final, surgen interrogantes: ¿el derecho a vacunarse es del niño o de sus padres? ¿De quién son los niños? ¿La responsabilidad de su cuidado es exclusiva de sus padres? En España, la ley impide a los testigos de Jehová oponerse a las transfusiones de sangre de sus hijos. Este mismo criterio debería extenderse a otros aspectos relativos a la supervivencia. No vacunar a un hijo es exponerlo a la muerte y poner en riesgo la vida de otros. Un adulto es responsable de su fanatismo, un niño no debería sufrir por ello.

* Escritora y periodista

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