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Opinión

ENMA Riverola

En sus manos

Te pegó. Te violó. Te volvió a pegar. Y a escupir. Y a gritarte tan alto que no podías oír tus propios pensamientos.

Solo tenías miedo. Un temor tan profundo que se te había calado en la piel, los músculos y los huesos hasta impedirte alzar una mano para defenderte o dar un paso para escapar.

Al fin, agarrada al fino hilo que te ligaba a la vida, lo denunciaste. Fuiste una mujer maltratada. Fuiste. Pretérito... Un pasado que no puedes utilizar si eres madre. Porque tu piel se extiende más allá de tu cuerpo y tu miedo se prolonga hasta la mirada de tus hijos. A través de sus ojos, sigues viéndole a él, sigues oyéndole, sigues sufriéndole.

Pronto, ellos volverán a pasar un fin de semana con su padre. Sabes que mientras estén con él, tú enloquecerás cada vez que oigas el teléfono, cada minuto que se retrasen. A través de tus hijos, sigues en sus manos. Te salvaste como mujer, pero sigues condenada como madre.

Solo en el 3% de los casos de padres maltratadores se les suspende el régimen de visitas. El ministro de Justicia, Rafael Catalá, ha prometido corregir esta dramática situación. El principal problema radica en el tiempo de espera mientras no llega la condena. ¿Quién protege a los niños durante ese periodo que puede alargarse años?

El derecho del padre entra en colisión con el de los hijos. No se trata de eliminar los derechos del primero, pero sí de velar por el más débil. Se trata de justicia, pero sobre todo de vida.

* Escritora y periodista

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