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Opinión

EMMA Riverola

Caspa

Durante dos días sometimos el rostro de Uma Thurman a una suerte de Inquisición estética. Sobre él se vertieron juicios y lamentos. Las críticas arreciaron e incluso se puso en duda el equilibrio mental de la actriz. Ahora sabemos que todo fue obra del maquillaje. En perspectiva, el caso adquiere dimensiones esperpénticas. ¿A qué vino rasgarse de este modo las vestiduras? ¿Qué perversa hipocresía nos llevó a escandalizarnos por unos supuestos retoques estéticos cuando las mujeres mayores de 45 años reciben cada día una humillante patada en los platós o en los despachos? ¿Alguno de los que tanto alborotaron se paró a contar cuántos mensajes al día recibimos las mujeres sobre la importancia de lucir tersas y firmes más allá de los límites del sentido común? Cada día debemos tragarnos frases como "fantástica para su edad", "impresionante a las tres semanas del parto", "para ella no pasan los años". ¿Hace falta recordar que nadie a los 60 años puede lucir la lozanía de los 30 si no es a base de química y bisturí? Quizá todo sería más fácil si las tetas o el culo de esta o aquella no acapararan tanta atención. Si no utilizáramos expresiones como "visiblemente envejecida" con un deje de desprecio, como si ese rostro que luce arrugas tuviera la culpa de no haberse muerto antes. Si retuviéramos la baba ante la última novia florero de moda. Sí, seguro que todo sería más fácil con menos críticas y menos alabanzas casposas.

* Periodista

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